viernes, 30 de septiembre de 2016

Ese fatídico momento, ayer rocé el coche.

Inesperado. Eterno y sólo dura unos segundos. Ese lado agazapado, escondido detrás de tu mirada, a un lado en tu cogote más cerca de lo que parece que se queda atrás. Se escucha el golpe, chirrido, la flatulencia que te llega al alma, el crack, el zas. Momento en que cierras y abres los ojos y sientes que te han cortado a navaja la piel. El tiempo se detiene y piensas si ha sido un sueño. Miras a tu alrededor preguntándote qué has hecho para que te pase. Bajas la mirada, y vuelves a poner atención, te detienes. Despacio, paras, apagas el motor y lentamente, bajas. Te tiemblan las piernas. Actúas mecánicamente. No quieres mirar pero debes hacerlo. Vas donde donde lo escuchaste. Momento triste, agónico y ahí está: El roce. El primero que haces a tu coche nuevo, ese que lo cambia todo. El que dice que ya no tienes un coche recién comprado, el "qué dirán y cómo lo has hecho"  que lo transforma de máquina perfecta que te lleva desde tu casa al trabajo pasando por la aventura del tráfico urbano a utilitario de día a día a sensación de camisa sudada, a recordatorio de funeral, a ya lo lavaré la próxima semana. Te agachas y palpas del desperfecto con la mano, como si de una escultura moderna se tratara y no entiendes porqué está allí pero te como dicen los expertos da sensaciones y muy malas vibraciones. Impotencia, humildad, desconcierto, rabia. Ese boyo, roce, grieta, desconchado de pintura en la chapa que te lleva al estado contradictorio de ser el más humano al más animal. Hyde va tomando el poder y te hace soltar la blasfemia más gorda y cierras los puños y preguntas: "¿Por qué a mi?" No eres ya el perfecto conductor que te creías que eras. Has bajado al nivel de rey de los tontos por no haber medido bien las distancias. La puerta del garaje o esa columna, aquella pared te demuestran que eres un simple mortal.  Ya tu coche no es el mismo, ni será el mismo. Esa imperfección en su superficie la sientes como si te abrieran la piel. Hasta el olor a nuevo desapareció por un momento. Piensas si la máquina de lavado por tres euros quitará el arañazo, pero en el fondo y como mínimo el rascado de tu cartera, 200 euros en reparación no te los quita nadie.