Cuando llegas a casa de mis padres, todo es viejo. El olor, su gusto y su tacto, más que viejos. Su casa no está sucia, pero los relojes olvidaron el tiempo. Además de las horas, marca las arrugas. También las mías. Decoran su calva, y la mía. Miro al espejo del salón, con un estilo vetusto, arañado, magullado y allí poco a poco veo a mi viejo.
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