6
Juani
sudaba en
la casa
del médico.
Había terminado
de fregar
el piso
de la
cocina y
la misma
nube del
centro comercial
se formaba
en el
salón.
Canturreaba
mientras escurría
la fregona
en el
balde. Apoyó
el palo
en el
marco de
la puerta
y salió
de la
cocina. Quedó
paralizada al
ver de
nuevo la
niebla. Dentro
de aquella
masa informe
de gas
gris y
blanco se
divisó un
volumen que
fue tomando
forma humana.
En unos
segundos se
definió
completamente.
Esteban salió
de la
nube y
Juani gritaba.
- ¡Juani! ¡Soy yo, Esteban!
La
mujer se
dio la
vuelta y
comenzó a
correr hacia
la puerta
del piso.
Esteban señaló
el suelo
y las
baldosas se
elevaron formando escalones que terminaban
a mitad
de la
puerta de
salida haciendo
imposible su
apertura. Ella
tropezó y
quedó de
rodillas agarrada al
pomo llorando.
Esteban caminó
hacia ella.
De forma
delicada la
tomó de
la mano
derecha
apartándola de
la puerta
y la
reincorporó.
- ¿Qué te ha hecho esa vieja? - Murmuró.
Le
puso la
mano en
la frente
tapándole los
ojos y
exhaló un
humo azul
que salió
de su
boca y
se introdujo
por las
fosas nasales.
Le quitó
la mano
y dejó
de estar
tensa, se
enjugó las
lágrimas sonrió:
-
Esteban, mi
amor. Te
eché de
menos.
- Ya estoy contigo.
Volvió
a notar
la sensación
de tranquilidad
y sosiego
que le
provocaba el
estar en
los brazos
de Esteban.
Aquel olor
dulzón flotaba
en el
ambiente.
- ¿Qué me ha pasado?
- Estabas hechizada otra vez.
- ¿Por qué no me llevas contigo?
- Todavía no puedo. El poder de esa bruja es muy fuerte. Tienes que hacer algo por mí. Tu marido lleva un colgante al cuello. Necesito que se lo quites y además eches esto en el piso de tu casa.
Le
dió un
paquete envuelto
en papel.
- ¿Por qué? ¿Cómo lo hago? Siempre lo lleva encima. Si me acerco a él, no se como lo hace, pero si duerme se despierta y lo protege como si le fuera la vida.
- Toma.
Le
dio una
bolsa pequeña
de terciopelo
verde que
descolgó de
su cuello.
- Esta noche, echa el contenido de la bolsa en su comida. Dormirá tan profundamente que no notará nada. Quitándole ese collar no tendrá ningún dominio sobre ti.
- Lo de la bolsa ¿Le hará daño?
Preguntó.
- No te preocupes, es inofensivo. Son hiervas para dormir.
- ¿Cómo lo haces? Apareces y desapareces. ¿De dónde vienes? Es como en un sueño. Dime algo, por favor. Me siento segura contigo pero... Todo es tan mágico, no lo puedo explicar me estoy volviendo loc...
No
la dejó
terminar. Con
voz seria
comenzó a
explicarle.
- Es hora que sepas en lo que estás envuelta. Todo comenzó en el siglo XV. Tocaba a su fin la conquista de Gran Canaria. Fueron tiempos muy oscuros y se cometían numerosas atrocidades. Pedro de Vera intentó diezmar la población de la isla para terminar más rápido. Asesinaban a todos los que se encontraban por medio. Mujeres, niños, ancianos. Los mutilaban sembrando el terror. Pero hubo un grupo de Castellanos que se revelaron contra las órdenes del Comandante y se refugiaron en Telde. Allí aprendieron ciertas ciencias de manos de las brujas del lugar. Los Castellanos rebeldes, a cambio de esa sabiduría, prometieron luchar al lado del Faycán. Con la ayuda de sus arcabuces y desde los riscos; les dio a los aborígenes una gran ventaja defendiendo la isla. Durante el tiempo que estuvieron conviviendo, se mezclaron con la población. Adoptaron su cultura, algunas de sus costumbres y tuvieron algunos hijos. De aquel extraño y rápido mestizaje nació una niña que tenía facilidades para convocar a espíritus y demonios. Ella sola aprendió a organizar las artes de la magia. Comprendió que para hacer el bien o para hacer el mal tenía que convocar a cierto tipo de dioses. Descubrió que sólo bastaban cuatro elementos y su sangre para hacer cualquier tipo de conjuro. Hacer el mal o el bien era solo cuestión de elección del dios al que sacrificar su sangre y los elementos. El secreto era ese: Su sangre. De Vera, que vio como perdía terreno gracias a los arcabuces del lado aborigen, hizo un pacto con el dios del mal. El alma de Pedro De Vera sería de Guayota si éste le otorgaba la rendición total de la isla. El pacto se cumplió. De Vera finalizó la conquista. Atravesó el corazón de Doramas con su lanza por la espalda y decapitó a todos los que se habían rebelado. Insertó las cabezas en lanzas y las puso mirando al Atlántico, dejando que se pudrieran, en lo alto de Arucas como ofrenda a su nuevo señor. Cuando llegó el último episodio de la conquista de Gran Canaria, en la Fortaleza de Ansite, el Faycán de Telde y Bentejuí no se suicidaron por una cuestión de honor sino para llevarse a la tumba el lugar donde se escondía la niña. Por mucho que buscó el Comandante no logró encontrarla. Unos piensan que la niña marchó a Castilla, otros que se quedó. Nunca más se supo. Aunque los escritos digan que Pedro de Vera fue ejecutado por orden de los Reyes Católicos por sus desmanes, en su lugar ejecutaron a otra persona. Guayota salvó a De Vera.
Juani
atendía
hipnotizada la
historia que
contaba Esteban.
Cada vez
que pasaba
más tiempo
con él
crecía su
odio y
asco hacia
Jorge y
Sofía.
- Han pasado generaciones. Pero han seguido naciendo descendientes de la niña. Las primogénitas heredaban el poder de la sangre pero los niños no. Esos niños debían casarse con una mujer con ciertas señales y engendrar una niña. Guayota necesita la sangre de esas niñas para reencarnarse y venir a la tierra. Por eso ordenó a Pedro a vagar por la tierra en busca de una de esas niñas. La debe matar en un ritual para ofrecérsela al dios del mal. Juani, yo soy el que lleva la semilla para que nazca una nueva niña de ti y tú eres la elegida para ser su madre.
Asentía
con la
cabeza y
en su
vientre, deseos
de concebir
esa hija.
- Esa nueva bruja, cuando tenga la edad, aprenderá nuestra ciencia y derrotará a Guayota. Hasta ahora has estado presa de sus esbirros. Mi tiempo se acaba. Debo preparar el ritual para tener a nuestra hija.
Esteban
besó a
Juani y
se despidió.
Tierno soltó
su mano
y se
retiró caminando
hacia atrás
hasta que
se diluyó
en la
nube. La
altura de
los escalones
fue menguando
y las
baldosas del
piso volvieron
a su
lugar. Quedó
postrada en
el suelo.
Se levantó
nerviosa. Tomó
la bolsa
y se
la colgó
al cuello.
Como si
de un
tentetieso se
tratara caminó
como un
péndulo afectada
por el
mareo. Cogió
sus cosas
y sin
cambiarse dejó
la casa
como estaba.
Cruzó
Triana, El
Hoyo, Caminó
por La
Avenida.
Se metió
descalza en
Las
Alcaravaneras.
Olvidó las
zapatillas en
el muro.
Llegó hasta
la orilla,
cabizbaja,
remojándose los
pies siguió
su ruta.
La tela
floreada de
la bata
con la
que trabajaba
se mecía
al ser
acariciada por
alguna ola
que llegaba
más alta
que el
resto. El
bolso colgado
al hombro
se le
cayó. La
correa se
enredó en
la mano
y lo
arrastró por
el agua.
El bolso
fue una
extensión muerta
de su
brazo hasta
que abrió
la mano
y lo
dejó atrás.
Sus pies
estaban cubiertos
por la
arena.
Los ojos
estaban perdidos.
Continuó su
caminata y
llegó a
casa. Sus
pies estaban
negros de
la suciedad
de las
aceras y
con ampollas.
Subió las
escaleras de
su portal.
Lenta, muy
lenta; porque
le pesaba
el cuerpo.
Perdió por
un momento
el equilibrio
y se
apoyó en
la pared.
Arrastró el
hombro con
el estucado
del portal.
Continuó hasta
llegar a
su puerta.
Abrió con
la llave
que sacó
del bolsillo
de su
bata y
entró. Se
echó en
el sofá.
Durmió
profundamente.
Pasada media
hora despertó
de un
salto y
corrió al
ordenador. Lo
encendió y
entró en
el Facebook.
Su cara
cambió. Sonrió
al ver
que tenía
un mensaje
de su
querida amiga
Ana.
“Hola
Juani;
He
vuelto
a
soñar
contigo.
Te
estuve
esperando
para
contártelo
por
el
chat
pero
no
aparecías
así
que
decidí
dejarte
este
mensaje.
En
el
sueño
te
encontrabas
con
ese
nuevo
amor
que
has
conocido
y
te
pedía
que
hicieras
algo
por
él.
Debes
hacerlo
porque
lo
siguiente
que
vi
en
el
sueño
era
que
se
rompían
cadenas
y
eso
siempre
es
recuperar
la
libertad.
Él
te
va
a
liberar
de
algo,
no
veo
claro
lo
que
es.
También
vi
la
imagen
de
una
señora
mayor,
arrugada
que
te
persigue
y
tu
debes
huir
con
alguien
que
podría
ser
¿Una
hija
que
tienes?
No
lo
se,
no
lo
vi
claro.
Me
desperté,
no
sin
antes
tener
las
últimas
visiones.
Estabas
con
esa
persona
y
una
niña
pequeña
en
una
playa
y
eras
muy
feliz.
Bueno
ese
es
mi
sueño.
Vuelvo
a
decirte
que
jamás
había
tenido
tantas
imágenes
de
alguien
como
contigo.”
Juani
le contestó:
“Hola
Ana;
No
se
que
está
pasando.
De
repente
todo
es
una
locura.
Tus
sueños
aciertan
todo.
Me
encontré
con
él.
Me
explicó
ciertas
cosas
y
que
estoy
metida
en
algo
mágico. Seré la
madre
de
una
niña
que
tendrá
poderes
o
algo
así.
Ayúdame
Ana.
Estoy
volviéndome
loca.
Llámame
desde
que
veas
mi
mensaje.
Ese
amor
que
me
indicas
en
el
sueño
se
llama
Esteban.
El
será
el
padre
de
esa
niña
y
yo
la
madre.
Esto
es
un
lío
y
no
escribo
bien
por
aquí.
Llámame
a
mi
teléfono
desde
que
leas
esto.
321123453.
Un
abrazo.”
Después de
leer el
mensaje de
Ana no
tenía dudas
en que
quitarle el
colgante a
su marido
era el
comienzo para
solucionar su
problema.
No
llegaba Jorge.
Tardaba demasiado
y eso
le causaba
desesperación.
Abrió su
eterna lectura
y comenzó
a leer:
“…Llevabas
mi
coche…
“
- ¡Qué raro! Esto ya lo he leído, ni sé cuántas veces.
Pasó
rápidamente las
páginas y
llegó al
final del
capítulo y
siguió leyendo:
“Tengo
mis manos en tus
mejillas. Mis pulgares
acarician tus pómulos. Los
índices cerca de tus
lóbulos. Tus labios
entreabiertos. Mi cara se
va juntando a la
tuya.”
- ¡Esto es nuevo!.
”Mientras
me acerco humedezco mis
labios tus ojos se
cierran. Echas la cabeza
hacia atrás y sientes
que mi mano se
desliza hacia tu nuca
sosteniéndote. El primer
roce. Siento tu calor.
Abro mis labios y
los pego a los
tuyos. Noto como abres
la boca e intentas
entrar en mi. Abandono
la presión sin despegarme.
Noto que el aire
sale de tus fosas
nasales. Suspiro por las
mías. Inspiramos a la
vez y compartimos el
aire...”
Terminó
de leer
y puso
el marcador
al final
del nuevo
capítulo.
Continuaba
nerviosa.
Esparció todo
el polvo
del paquete
por todos
los rincones
de la
casa, estuvo
sentada en
el sofá
mirando la
tele.
Iba
al ordenador,
leía alguna
noticia. Volvía
al salón
y hasta
pensó en
fumarse un
Camel del
paquete que
se encontraba
en la
cocina. Ya
había puesto
un plato
de lentejas
en la
mesa. Los
polvos de
la bolsa
ya estaban
en el
potaje. De
vez en
cuando volvía
a la
cocina y
le daba
unas vueltas
con la
cuchara.
Imaginando que
así se
diluían aún
más y
se notaría
menos el
sabor. Por
fin sonó
la puerta
y entró
él.
- ¡Hola! ¡Lentejas! ¡Tengo hambre!
Apagó
el cigarrillo
en el
cenicero de
la cocina,
sacó el
taburete y
comenzó a
devorar cuchara
a cuchara.
Mientras comía
le habló:
- Mañana no se si seguiremos pintando en La Feria. Un compañero, lo atropelló la guagua y lo mató. Fue un accidente terrible.
- ¿De verdad, cómo fue? ¡Qué horror!
- Cruzó para ir al bar de enfrente y al cruzar. Se lo llevó por delante. Estuvieron allí médicos pero no pudieron hacer nada.
Continuaron
hablando de
cosas banales
hasta que
finalizó la
cena. Jorge
notó que
tenía más
sueño que
de costumbre
pero le
pensó que
la culpa
era por
el trabajo
y Esteban.
Se fue
a la
cama. Juani
volvió a
su nuevo
capítulo y
esperando el
sueño profundo
de su
marido:
“Tengo
mis manos en tus
mejillas. Mis pulgares
acarician tus pómulos. Los
índices cerca de tus
lóbulos…”
Las
yerbas hicieron
el efecto
esperado y
quedó como
un saco
en la
cama. Marcó
el final
de la
lectura y
regresó junto
a él.
Comprobó lo
profundo que
dormía
levantando una
mano y
dejándola caer.
Lo repitió,
le movió
el cuello. Volvió
con
la cabeza
y agarró
el colgante.
Lo intentó
sacar pero
el cordel
era demasiado
estrecho para
sacarlo por arriba.
Un ronquido
la asustó.
Lo dejó
solo en
la cama
y volvió
con unas
tijeras. Estuvo
mirando un
rato hasta
que se
decidió. Se
acercó a
su cuello
y cortó
el cordel.
Lo llevó
agarrado por
la fina
cuerda y
el colgante, péndulo en su mano, iba hacia
su destino,
la basura.
Abrió el
cubo y
lo echó.
Luego removió
con la
mano los
restos para
taparlo. Le
invadió la
sensación de
haber traicionado
a su
hija y
que había
cometido un
asesinato. Se
acostó junto
a él
y se
quedaron cara
a cara.
Juani lo
miraba. Sentía
que lo
tenía que
despertar y
confesar lo
que había
hecho pero
cerró los
ojos y
durmió.
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