Cerrada la Universidad por el temporal y me toca ir a currar porque al "Andy Warhol" Canario (Pepe Dámaso) lo nombran hoy Doctor Honoris Causa. ¡Enhorabuena! ¡Genial! No me importa, además para eso me pagan, por conocimientos y disponibilidad. Pero, esta mañana, llego a mi coche y papelito amarillo en el parabrisas. Multa por aparcar encima de la acera. Lo reconozco, estaba mal aparcado, pero sin estorbar el paso a nadie ni a nada. La multa me la pusieron a las tres menos diez de la madrugada. ¿No tenía otra cosa que hacer el puñetero agente del ayuntamiento? ¿No sabe que si hay varios coches aparcados de esa manera estamos en casa durmiendo como buenos vecinos y que mañana tenemos que ir a currar? ¿Que hemos llegado tarde a casa y que por desgracia cuando hicieron estos edificios no hicieron garajes ni plazas suficientes para todos los coches?
En mi barrio, La Feria del Atlántico en Las Palmas de Gran Canaria, aparcar ya es toda una odisea a ciertas horas y eso los municipales lo saben. ¡Coño si lo saben! Este novato gilipollas municipal, ¿No sabe que fijo en este barrio hay coches mal aparcados? ¡Sólo multó a los que estaban encima de la acera! ¿Y los del reservado de la entrada de La Feria del Atlantico? ¿Y los que ocupan el carril de bajada de la calle? ¿Por qué sólo a esos dos coches? Y con todo esto, el Cabildo no cede el gigantesco terreno de aparcamientos que tiene sin uso, ni la puñetera iglesia que tiene aparcamiento en exclusiva para sus feligreses.
Sólo me queda una explicación, ánimo recaudatorio del ayuntamiento.
Bueno ya me he desahogado. Ahora me queda la decisión de pagar como un gilipollas o inventarme una excusa para recurrir la multa. ¿Extraterrestres que me movieron el coche? ¿La ventolera del temporal me lo desplazó hasta encima de la acera? ¡Joder! con el agente de tráfico lo que ha conseguido es que me aumenten las ganas de que pase de una vez por todas este puñetero 2013.
¡Feliz Navidad!
Al agente de tráfico, también se lo deseo y... que se atragante con los turrones también...
¡Cabrón!
miércoles, 11 de diciembre de 2013
sábado, 30 de noviembre de 2013
Mosaicos escondidos en los muros de Las Palmas.
Observen el detalle del muro de la foto. Para los que jugaron en los PC's en los años 90 sabrán de qué hablo y está en el muro del paso de peatones por el que se accede al C.C. El Muelle. También hay un "Marcianito" a la entrada del tunel que va a dar a la calle Rafael Cabrera dirección Puerto, pero ese es más complicado de fotografiar. Quizás desde el paseo de la avenida se pueda conseguir. Se que por la ciudad tiene que haber más mosaicos de este tipo. ¡Habrá que buscarlos!
lunes, 25 de noviembre de 2013
Una de zombis
Estimados padres;
Os escribo para que sepan que la situación aquí en la Tierra con el problema de los muertos vivientes está del todo controlada y que no os preocupeis de nosotros que estamos bien.
Los zombis son torpes, atrabancados, inútiles, tontos y lentos. Sobre todo, lentos. Si no, ¿Cómo estaría escribiendo esto sabiendo que no puedo correr? No son como los pintan en las películas modernas que pueden correr kilómetros y kilómetros a la velocidad de Usain Bolt. La única ventaja es su número. Así que mientras no te pillen en un callejón sin salida puedes ir machacando cráneos con un martillo para abrirte paso entre ellos.
Con la práctica y después de un gran número de golpes. Es divertido darles en la cabeza y ver como caen como si fuera un cerdo en un matadero al que le meten la descarga en el cuello, a la primera.
Ya no llegan a ser un peligro. El problema fundamental de estos días no es que te muerdan, ya son raros los casos. Algún idiota ha sido mordido hace poco. Las autoridades esperaron a que se convirtiera y ¡plaf! Problema resuelto. La cantidad de cuerpos en descomposición, la pestilencia y las enfermedades que están provocando es el problema real de esta situación.
Una vez que la humanidad se repuso del susto y entendió la forma en que había que actuar volvió el orden, los reales decretos, las órdenes ministeriales y los impuestos. En definitiva, la vida normal. Los vendedores de martillos han hecho su agosto. Todo el mundo sale ya con uno colgado al cinto.
Existe una normativa muy estricta sobre la eliminación de R.H.M. (Residuos humanos móviles) Esta es la denominación que el estado central ha inculcado y así etiquetarlos de una manera que no recordase demasiado a las películas. Ahora llega a mi memoria Bill Murray y la escena más divertida sobre zombis que he visto en el cine. En un apocalipsis de este tipo y disfrazado de zombi intenta dar un susto a uno de los humanos que se habían colado en su casa. Mítica frase del chico, "He matado a Bill Murray" en la película: "Zombieland".
Volviendo al turrón y como os iba diciendo, el problema no es matarlos sino retirarlos. El Ayuntamiento ha establecido unas multas desorbitadas y si te pilla un municipal matando a un R.H.M., dejando el cuerpo en el sitio; ¡A rascartse el bolsillo! Han puesto un cuarto contenedor en las basuras, al lado del de reciclado de vidrio, de color morado, en el que hay colgando una sierra eléctrica Bosch. Todavía el juicio al alcalde anterior por presuntas comisiones con la empresa adjudicataria del mantenimiento de las sierras está por salir.
A lo que iba, la sierra. Está preparada para cortarlos en pedacitos e ir introduciendo los trozos por la apertura. Pues aún así, con esas facilidades que da el ayuntamiento, la gente los deja donde los remata, digo remata porque como ya están muertos pues...
Es una vergüenza que no sean capaces de llevarlos a estos puntos de reciclado, cortar sus extremidades y echarlos al contenedor. Incluso para fomentar la retirada de los cuerpos, se ha puesto una chica muy mona, con minifalda, escote y cruz roja en el pecho y un chico con el torso desnudo de esos que tienen tableta en el abdomen dando delantales de plástico para que te los pongas y así evitar cualquier mancha. No suelen salpicar porque la sangre está coagulada desde hace tiempo. Es como cortar un jamón serrano. Perdón se que estamos cerca de Navidad y ahora cuando cortes tu suculenta pata recordarás esto que te he contado, papá. ¡Mil perdones!
Y así están las calles. Llenas de cadáveres. La gente no es solidaria y ya ni se puede caminar, los que pueden, yo me torcí el tobillo ayer bajando la basura.
Está en Huelga en el servicio de limpieza que quieren un plus por RHM retirado y el ayuntamiento que no cede. Pues hasta los mismísimos de la situación.
Se despide tu hijo;
Blas.
P.D. ¿Cómo va todo por el planeta Transilvania? ¿Ya han pillado a este tal Drácula?
Os escribo para que sepan que la situación aquí en la Tierra con el problema de los muertos vivientes está del todo controlada y que no os preocupeis de nosotros que estamos bien.
Los zombis son torpes, atrabancados, inútiles, tontos y lentos. Sobre todo, lentos. Si no, ¿Cómo estaría escribiendo esto sabiendo que no puedo correr? No son como los pintan en las películas modernas que pueden correr kilómetros y kilómetros a la velocidad de Usain Bolt. La única ventaja es su número. Así que mientras no te pillen en un callejón sin salida puedes ir machacando cráneos con un martillo para abrirte paso entre ellos.
Con la práctica y después de un gran número de golpes. Es divertido darles en la cabeza y ver como caen como si fuera un cerdo en un matadero al que le meten la descarga en el cuello, a la primera.
Ya no llegan a ser un peligro. El problema fundamental de estos días no es que te muerdan, ya son raros los casos. Algún idiota ha sido mordido hace poco. Las autoridades esperaron a que se convirtiera y ¡plaf! Problema resuelto. La cantidad de cuerpos en descomposición, la pestilencia y las enfermedades que están provocando es el problema real de esta situación.
Una vez que la humanidad se repuso del susto y entendió la forma en que había que actuar volvió el orden, los reales decretos, las órdenes ministeriales y los impuestos. En definitiva, la vida normal. Los vendedores de martillos han hecho su agosto. Todo el mundo sale ya con uno colgado al cinto.
Existe una normativa muy estricta sobre la eliminación de R.H.M. (Residuos humanos móviles) Esta es la denominación que el estado central ha inculcado y así etiquetarlos de una manera que no recordase demasiado a las películas. Ahora llega a mi memoria Bill Murray y la escena más divertida sobre zombis que he visto en el cine. En un apocalipsis de este tipo y disfrazado de zombi intenta dar un susto a uno de los humanos que se habían colado en su casa. Mítica frase del chico, "He matado a Bill Murray" en la película: "Zombieland".
Volviendo al turrón y como os iba diciendo, el problema no es matarlos sino retirarlos. El Ayuntamiento ha establecido unas multas desorbitadas y si te pilla un municipal matando a un R.H.M., dejando el cuerpo en el sitio; ¡A rascartse el bolsillo! Han puesto un cuarto contenedor en las basuras, al lado del de reciclado de vidrio, de color morado, en el que hay colgando una sierra eléctrica Bosch. Todavía el juicio al alcalde anterior por presuntas comisiones con la empresa adjudicataria del mantenimiento de las sierras está por salir.
A lo que iba, la sierra. Está preparada para cortarlos en pedacitos e ir introduciendo los trozos por la apertura. Pues aún así, con esas facilidades que da el ayuntamiento, la gente los deja donde los remata, digo remata porque como ya están muertos pues...
Es una vergüenza que no sean capaces de llevarlos a estos puntos de reciclado, cortar sus extremidades y echarlos al contenedor. Incluso para fomentar la retirada de los cuerpos, se ha puesto una chica muy mona, con minifalda, escote y cruz roja en el pecho y un chico con el torso desnudo de esos que tienen tableta en el abdomen dando delantales de plástico para que te los pongas y así evitar cualquier mancha. No suelen salpicar porque la sangre está coagulada desde hace tiempo. Es como cortar un jamón serrano. Perdón se que estamos cerca de Navidad y ahora cuando cortes tu suculenta pata recordarás esto que te he contado, papá. ¡Mil perdones!
Y así están las calles. Llenas de cadáveres. La gente no es solidaria y ya ni se puede caminar, los que pueden, yo me torcí el tobillo ayer bajando la basura.
Está en Huelga en el servicio de limpieza que quieren un plus por RHM retirado y el ayuntamiento que no cede. Pues hasta los mismísimos de la situación.
Se despide tu hijo;
Blas.
P.D. ¿Cómo va todo por el planeta Transilvania? ¿Ya han pillado a este tal Drácula?
domingo, 24 de noviembre de 2013
La Casta (última publicación) Parte 2 capítulo 5
Hola queridos amigos;
Este será el último capítulo que publico de "La Casta" en el blog. El libro completo está disponible en Amazon.es y pueden adquirirlo desde en los enlaces que tiene este blog a un precio muy económico, ideal como regalo de Navidad. Muchas gracias y que lo disfruten.
Un saludo;
Enrique Santamaría
5
Sofía
le costaba moverse. Sus pasos no eran firmes como de costumbre.
Cojeaba y caminaba ayudada por el mango de sus escoba. Normalmente a
no ser que hubieran cosas que hacer, dejaba que Eva durmiera hasta la
hora que quisiera. Pero la situación siendo tan grave decidió
despertarla. Eva se hizo la remolona pero viendo la cara seria de su
abuela se levantó sin rechistar. Le indicó con la mano que la
siguiera y se sentaron en la cocina. La caja de Eva en la mesa y el
puñal encima. La hizo sentar en una silla y Sofía se sentó frente
a ella.
- Circita debes intentarlo. Saca el antebrazo y hazte el corte.
- ¡No puedo!
- Necesito que lo hagas. Yo estoy muy débil y necesito que seas una bruja como lo hemos sido todas. Se que es lo que más cuesta pero debes hacerlo.
- Abuela, ¡Me pides que me haga daño! ¡Me va a doler!
Comenzaba
a sollozar y agarró el puñal y se lo puso nuevamente en la cara
interna del antebrazo. Apretó dejando la piel colorada pero en el
momento de intentar rasgar su carne aflojaba y se vino nuevamente
abajo. Comenzó a llorar. Eva sentía frustración y se avergonzaba
de no poder hacerlo.
- Abuela ¿Y si no lo hago?
- No te queda otro remedio, Eva. Tienes que cumplir con tu destino. Es la única manera que tengas poder. Si pudiera evitar el dolor del corte lo haría pero es lo único que no podemos evitar. Por favor. Circita tienes que hacerlo.
Rogó
Sofía y continuó hablando.
- Hija, El jerezano vendrá dentro de poco. Vamos a tener que luchar contra él y va a ser a muerte. Él nos quiere muertas porque nosotras somos las que evitan que Guayota quede libre y mientras una de nosotras esté con vida, Guayota no escapará. Sómos las únicas que pueden enterrarlo en vida. Si escapa esclavizará y diezmará la población y a aquellos que no mueran serán sus esclavos. Así eternamente. Debemos prepararnos y debes prepararte. Necesito tu poder, Eva. ¿Has pensado qué objeto quieres usar para poder moverte de lugar?
Dijo
la vieja sonriente para despistar a la nieta.
- Había pensado en el collar de mi cumpleaños.
- Buena elección. Siempre contigo. Fácil de llevar y cómodo. Sabia muchacha. Enséñamelo
La
niña fue a la habitación a por el collar y Sofía vio a Bartolomé
curioseando por la ventana. La vieja puso cara de resignación y
Bartolomé agachó la mirada y se marchó a sus quehaceres. La chica
volvió con un collar de perlas amarillentas bastante antiguo colgado
del cuello. Se lo sacó y se lo dio a la vieja. Lo agarró y estuvo
mirando las perlas.
- Tendrás que lavar esas perlas con leche y jabón. Luego con agua purificada y verás como recuperan el blanco.
Habló.
Luego agarró el puñal por la hoja y se lo dio a la nieta. Le puso
tímida sonrisa y asintió con la cabeza. Otra vez la chica agarró
el puñal y lo puso en posición. Apretó pero otra vez no pudo y se
echó a llorar. Sofía se levantó cojeando y la dejo sola. Salió al
exterior. Bartolomé se encontraba sentado en el pie de la palmera
tomando leche y gofio en un cuenco. Sofía llegó a su lado.
- Bartolo, vas a tener que ayudarme. Eva no está preparada y “El Jerezano” vendrá muy pronto.
- ¿Qué vas a hacer?
- Ahora mismo todo el terreno está plagado de trampas. Lo atacaré desde la azotea de la casa. Tengo las lanzas que preparamos escondidas en varios sitios. Usaré la única ventaja que tengo. Volar.
- Tengo miedo por ti. Sofía.
Sofía
acarició la cara del enano y le sonrió. Lo abrazó y lo besó en
los labios. Con lágrimas en los ojos continuó hablando.
- Tendrías que haber tenido una vida feliz y yo lo estropeé. Tu perdón significó mucho para mi y luego que siempre estuvieras conmigo. Eva y tú son lo único por lo que no he perdido del todo la humanidad. Bartolo...
Intentó
continuar pero el viejo la interrumpió.
- Me has dado la mejor noticia de mi vida. Tengo una nieta. Algo nuestro. Me has dado algo que nunca imaginé. Esperanza. Ganas de luchar por alguien y no desaparecer en la nada con una vida sin objetivos. Es lo mejor que me ha pasado. Eva. Sabes que nunca superé lo de mi aspecto pero tu amistad me ha bastado para vivir una vida que ahora es plena. Sofía se que tú me convertiste en esto y aún así siento que te debo mucho. Una cosa vieja, te estás despidiendo de mi ¿no?
- No te puedo engañar. Siempre fuiste un hombre listo. Por mucho que lo intente no podré detenerle. No puedo. No lucho sólo contra él, además es contra Caronte. Estoy muy débil. La linea de la vida es casi imperceptible y eso significa que mi hechizo sobre Caronte se ha quedado en nada y querrá venganza. Me querrá antes de tiempo. Cuando yo muera...
Bartolomé
rompió a llorar. Sofía lo calmó.
- ¡Tranquilo amigo! Cuando yo muera... Quiero que te quedes dentro de la casa. Lo importante es salvar a Eva. Dentro de la casa te he dejado varias botellas de cristal. Hará todo lo posible por entrar. Cuando esté dentro, desde el pasillo arroja la primera a sus pies. La de color negro. Eso lo detendrá durante el tiempo suficiente para que cojas a Eva y la saques por la ventana de atrás. Cruzas la acequia y arrojas al gallinero la segunda botella, la de color blanco. Huye de ahí corriendo las gallinas ya no serán gallinas. Cuando estés en la carretera busca un objeto, una rama seca, una piedra, cualquier cosa consistente. Derrama el contenido de la tercera botella sobre ese objeto. Agarra la mano de Eva y piensa en un lugar. Aparecerán allí. Sólo podrás hacerlo en una ocasión. Y escondeos hasta que Eva tome conciencia de que debe convertirse en Bruja.
Dejó
el coche aparcado en la gasolinera y comenzó a caminar por la
carretera. Llevaba a cuestas la mochila, el saco de los hechizos y
otro saco de tela cerrado con un cordel a cuestas. Llevaría a
cuestas unos cuarenta kilos de carga. Después de una hora de
caminata. Después de un cruce observó unos matorrales de unos dos
metros de altura completamente secos entre toda la exuberante
vegetación. Sacó de la mochila el machete y cortó las ramas para
ver lo que había detrás. Vio el inicio del camino de la cueva de
Sofía. Avanzó unos cincuenta o sesenta pasos y abrió el saco de
tela. Pedro se quitó la ropa. Quedó completamente desnudo. Sacó la
espada y la dejó en el suelo a su lado un arcabuz de mano y un
puñal. Una camisa blanca, pantalones de cuero, guantes con remaches
metálicos, las botas de batalla y un yelmo. Sacó la botella y
manchó con el líquido todos los objetos. Se vistió. Colgó del
cinto a su izquierda la espada y a su derecha el arcabuz. El saco de
los hechizos a la espalda. Luego empinó la botella y se bebió su
contenido. Metió la botella en el saco. Sus ojos se volvieron negros
como el carbón. Se agitó. Agarró el saco de los hechizos. Sus pies
se elevaron unos tres centímetros del suelo y levitando comenzó a
avanzar por el sendero. Mientras se dirigía por el camino fue
creando una plaga que comenzó a seguirle. Lagartijas, ratas y
ratones, cucarachas, grillos, saltamontes, langostas, moscas, abejas,
avispas; corrían detrás de él formando una capa negra que cubría
el terreno. Tras él cualquier vegetal, a los lados del camino, que
rebasaba quedaba marchito.
El
vuelo de Pedro de Vera duró unos quince minutos hasta llegar hasta
el gigantesco muro de zarzas que había creado Sofía. Las langostas
se adelantaron y comenzaron a devorar las ramas secas. Poco a poco
iba desapareciendo el ramal. A medida que desaparecía la plaga
volaba y marchaba hacia el fondo del barranco. Quedó a la vista de
Pedro el muro de piedras. Al mismo momento que alzaba las manos en
forma de cruz, levitaban tras él todas las lagartijas, rígidas como
flechas. Poco a poco se inclinaron en ángulo con la cabeza hacia el
cielo. Lanzó los brazos adelante. Y salieron disparadas por encima
del muro.
Sofía
miró horrorizada la nube de reptiles que comenzaba a pasar el muro a
unos metros por encima. Gritó.
- ¡Entrad en la casa! ¡Ya!
Eva
y Bartolomé sentados bajo la palmera se levantaron como resortes y
corrieron dentro. Cerraron la puerta. Sofía corrió cojeando hasta
la pared lateral dónde tenía la escoba. Mientras corría, sacó de
la funda en la cintura, el puñal. Se hizo un corte en el antebrazo.
Lo enfundó. Agarró la herida con la mano derecha. Las lagartijas
tiesas como flechas volvaban ya muy cerca de la espalda de Sofía.
Cuando la sangre manó de manera que formara una gota grande. Separó
la mano y las frotó quedando ambas palmas manchadas de rojo. Llegó
hasta la escoba. Se giró y las puso en oposición a los bichos. Se
formó un escudo invisible en forma de esfera en las que aquellas
pequeñas bestias rebotaban. Las de alrededor se clavaban como
tachas. Luego explotaban dejando manchada la pared. Otras que caían
en el cemento corrían e iban rodeando la casa. Trepaban por sus
paredes exteriores quedando completamente cubierta de reptiles. Duró
la lluvia unos escasos dos minutos. Concluída, Sofía bajó las
manos. Agarró la escoba y desapareció.
Pedro
miró a un grupo de ratas que tenía a su derecha. Comenzaron a
formar una montaña bajo sus pies que lo fue levantando hasta pasar
por encima el muro. Como si de una ola lenta se tratara volvió a
descender hasta llegar dentro del terreno. Siguió levitando y los
roedores comenzaron a correr por todos los lugares. Del suelo,
salieron cientos de ramas llenas de pinchos que iban atravesando los
cuerpos de los animales enhebrándolos uno a uno como si fuera un
collar de cuentas. Volvieron las langostas y aterrizaron sobre la
enredadera y dieron cuenta de ella en pocos segundos. Una vez limpio
el terreno de vegetales sólo quedaron los cadáveres de millones de
ratas que cubrían el lugar. Pedro dejó de levitar y puso los pies
en el suelo. Desenvainó su espada y comenzó a andar en dirección a
la casa. Caminó unos metros cuando una risa histérica sonó tras
él. Una nube se formó y de ella la mano izquierda de Sofía agarró
el saco de los hechizos que llevaba colgado a la espalda y se lo
arrebató. Pedro se giró rápido como si de un torbellino se tratase
intentando cortar a la vieja. La risa se volvió a escuchar encima de
la azotea. Pedro alzó la vista y vio a Sofía. Desafiante con los
ojos brillando como focos. En una mano el saco y en la otra la
escoba. Dejó el saco en el suelo y sacó el puñal de su funda.
Volvió a dar un alarido de rabia y desapareció nuevamente. Pedro
cerró los ojos. Las cucarachas comenzaron a formar con sus cuerpos
un gigantesco cilindro que lo comenzaba a cubrir solidificándose en
una pared ocre y viscosa. Sofía apareció a unos centímetros e
intentó acuchillarlo pero era tal la velocidad que crecía el muro
en vertical que chocó con el codo de la vieja y lo desplazó hacia
arriba. El Jerezano sólo recibió un pequeño corte en la parte
superior izquierda de la espalda. Sofía se retiró caminando hacia
atrás unos metros. Pasaron unos segundos y rápido se abrió un
hueco por dónde salió la mano de Pedro espada en mano intentando
insertar a la vieja. Sofía repelió el ataque con el palo de su
escoba que se partió en dos. Corrió unos metros atrás y apuntó
con el trozo de escoba que le quedaba al palo partido en el suelo.
Voló y volvió a reconstruirse el mango. El cilindro comenzó a
crecer en altura y a estrecharse comenzando a inclinarse hacia Sofía.
De la punta empezaron a caer tizones candentes encima de ella. La
bruja, antes que ninguno la rozase, desapareció y volvió a
materializarse a unos diez metros. El edificio quedó deshecho y
Pedro se llevó la mano al bolsillo izquierdo de su camisa. Agarró
un pequeño bulto que llevaba. La bruja desapareció y la nube se
puso frente al hombre. Pedro estrujó el paquete. Se escuchó un
grito de dolor y la nube desapareció. Sofía estaba paralizada con
la mano en alto agarrando el puñal a punto de asestar el golpe
definitivo. Abrió la mano y se le cayó el cuchillo. Pedro alzó la
pierna, la encogió y con la planta del pie propinó un fuerte golpe
en el esternón de Sofía lanzándola unos metros hacia atrás. Cayó
de espaldas. Pedro se acercó despacio mientras la vieja intentaba
sentarse en el suelo. Levantó la espada y le clavó la punta en el
muslo izquierdo a la vieja que gritó de dolor.
- ¡Tarde o temprano! Llegaría este día. Esta espada será el arma más poderosa que vaya a existir. Como una vez se hizo con la perdida Excálibur. La teñiré de sangre de bruja.
Clavó
aún más la espada. Sofía tiró hacia atrás arqueando la espalda.
Pedro le propinó una nueva patada en el costado y le sacó la espada
de lado rasgando el fino muslo de la vieja. Su vestido negro se
empapaba cada vez más. Se intentó poner a cuatro patas y
arrastrando la pierna izquierda intentaba llegar hasta la escoba. El
hombre le propinó una nueva patada que hizo que girase y cayese
panza arriba. Caminando llegó hasta la escoba. Sofía estiraba el
brazo para alcanzarla. Insertó la hoja en la mano izquierda
dejándola sin poder moverse y volvió a gritar. Pedro cogió la
escoba y sacó su puñal. Comenzó a cortar astillas del mango de la
escoba.
- ¡¿Qué ocurre? ¿porqué no te rehaces?!
Dijo
Sofía con voz muy atenuada. Poco a poco Pedro deshacía el mango.
- ¿Cómo dices? Sí, Sofía, tu escoba está a punto de morir. Todas mis armas están ungidas con la sangre de tu casta. No tiene remedio.
Soltó
una carcajada histérica y continuó hablando:
- Llevaba mucho tiempo buscando dónde guardabas los paquetes de tus obras. Y sabía que algún día cometerías un error. Juani fue el error, era cuestión de tiempo.
Sofía
se agarraba con la derecha su mano insertada. Pedro deshizo
completamente la escoba. Se agachó y separó la mano. Puso a Sofía
con el otro brazo estirado cogió una de las astillas más largas y
atravesó la otra mano. Hundió la astilla en la tierra. Sin fuerzas,
respiraba con mucha dificultad.
Pedro
vio el puñal de sofía. Lo cogió. Cerró los ojos y una nube de
insectos voladores llegó hasta la azotea. Elevaron el saco y tras un
corto vuelo lo depositaron a los pies de Pedro. Sacó del saco la
botella. A Sofía le hizo corte en el cuello y puso la botella para
que poco a poco se fuera llenando con gotas de su sangre. Se acercó
a los pies y los puso no encima del otro. Levantó el puñal y los
atravesó. Ella quedó como un cristo en el suelo. Por la convulsión
de la vieja tras atravesarla la botella cayó. Pedro la agarró y
puso su boca cerca de la oreja y comenzó a susurrarle con voz
maliciosa.
- Te tienes que estar quietecita. Sofía, poquito a poco llega tu hora. Pero mientras te desangras voy a por tu nieta. ¿Está dentro de la casa? No oigo nada.
Sofía,
sacó fuerzas, abrió la boca y le mordió arrancándole el lóbulo.
La botella cayó nuevamente. Pedro se llevó la mano a la oreja
mientras gritaba de dolor. Cerró el puño y golpeó el estómago de
la bruja. Del golpe la hizo vomitar.
- ¡Jodida vieja! ¡Hasta en las últimas eres peligrosa! Ahí te quedas. Cuando tenga a tu nieta, tendré que decidir a quién mato primero. Igual os desangro a las dos al mismo tiempo. Ya veré. Por cierto, te habrás dado cuenta que con tanto bicho nadie habrá podido salir de esa casa.
Se
rasgó la manga de la camisa y se la puso en la oreja para cortar la
hemorragia.
-
Así durarás hasta que encuentre a tu nieta.
Caminó
hacia la puerta de la casa.
- ¡No! ¡Cabrón! ¡Hijo de puta!
Sofía
gritaba desesperada pero cualquier movimiento hacía que le dolieran
las heridas y lo único que lograba era mover el cuello como un
muñeco.
La
puerta estaba muy bien trancada. Caminó unos pasos hacia atrás y
corrió hacia ella. Con el hombro intentó derribarla. Volvió a
intentarlo. Al ver que no podía miró hacia arriba. Comenzó a
caminar por los alrededores curioseando. Encontró una viga de madera
de unos metros. Lo llevó arrastrando hasta el borde de la casa y lo
puso apoyado de manera que quedase poca distancia entre el borde y lo
alto del muro. Corrió subió por la viga y saltó. Sus manos se
agarraron al borde superior de la casa. Hizo un esfuerzo y se alzó.
No había forma de entrar por el techo. Puso las manos en el muro y
se descolgó al suelo. Caminó hasta la ventana trasera. Sin rejas
pero cerrada con contraventanas de madera. Insertó el cuchillo
haciendo palanca y rompió el fechillo. Consiguió abrirla. Entro en
el cuarto de atrás. Pintado como toda la casa cueva de blanco. Tenía
tiestos vacíos, muebles viejos. Se notaba que se usaba de trastero.
Atravesó la habitación y caminó hacia la puerta. Se encontró a
Eva en el pasillo. Frente a frente. Pedro sonrió diabólicamente y
echó a correr al mismo tiempo que Eva huía de él gritando. Cuando
estaban a medio pasillo Bartolomé saltó del baño haciendo que
Pedro chocara contra la pared. Con el choque, el Yelmo de Pedro hizo
arañazos a la pintura. El enano, cuchillo en mano, lo apuñaló en
el costado izquierdo bajo las costillas. A Pedro se le pusieron los
ojos negros y lo apartó con la mano haciéndolo volar del golpe.
Bartolomé aterrizó contra el quicio de la puerta de donde vino De
Vera, haciéndose una brecha en la frente. Quedó tendido
inconsciente. Cada vez que pasaba el tiempo, Pedro perdía poder
mágico, se le acababan los efectos de la sangre que había tomado.
- ¡Cabrón lisiado! Me has hecho perder poder.
Se
levantó y se dirigió a la cocina. Eva lo esperaba de pie, con su
puñal en la mano. Blandiéndolo como una espada. Al verla, el
Jerezano soltó una carcajada.
- ¿Qué vas a hacer con esa Tizona?
- ¡No te acerques que te mato!
- ¡Buuuu!
Le hizo un aspaviento simulando
tener miedo y dio un pequeño paso acercándose a la chica.
- ¡Estás hecha ya casi una mujer! ¡Muy apetitosa!
Eva
lanzó al aire una estocada con el puñal. Pedro haciendo payasadas y
burlándose de Eva dio pasos atrás y volvió a reirse a carcajadas.
....
Recuerden el libro completo está en Amazon.es
Un abrazo a todos.
martes, 19 de noviembre de 2013
Carta al hijo.
Querido hijo;
Por dejarte un mundo en el que cada vez somos menos libres. Por ser de los que damos el puñetazo en el bar pero sin salir a la calle a incendiarla. Por escribir una opinión de lo injusto que es este mundo en el Facebook y a los dos segundos olvidarme de todo, como si estuviera borracho; viendo un vídeo en el Youtube. Por dejarnos arrebatar los derechos por los que tanto lucharon nuestros abuelos. Por no querer cambiar este puto país de mierda, reaccionario, que lastra ya demasiados años de educación nacional católica con esa mal llamada democracia cuyos partidos se reparten el pastel mientras la sociedad agacha la cabeza para ver cual es el nuevo pescozón que le darán. Por tener miedo a perder las pocas miserias que nos dejan tener. Por dejar que tu educación, tu sanidad, tu futuro, tu libertad caiga en manos de empresas ávidas de beneficios a costa de unos derechos humanos cada vez más reducidos. Por dejar que la sumisión a los poderes sea la bandera enarbolada por la sociedad en que vivimos. Por no enfrentarme contra el ignorante trabajador que todavía vota y sigue defendiendo a la derecha que te está quitando todas tus posibilidades de una vida digna y todavía busca excusas para regodearse en su propia miseria. Por mirar hacia otro lado cuando veo un indigente en la calle. Por no abofetear a quién diga que la culpa es del inmigrante que nos quita el trabajo. Por no discutir. Por callarme. Por no llamar las cosas por su nombre: Bancos, ladrones. Monarquía y casta política, parásitos. Hipotecas, esclavitud. Rescate, robo. Nueva ley de protección ciudadana, dictadura. LOMCE, Discriminación. Recortes, más miseria para el pueblo. España, anacronismo sin solución; al igual que cualquier país.
Te tocará a ti. Con las pocas armas que mi malagana me permita dejarte. Tu lucha será aún más dura que la que nosotros deberíamos hacer. Cada vez menos, para cuando llegue el momento de buscar las soluciones y arreglar el mundo que te dejo.
¡La incertidumbre es tanta y la comodidad es tan agradable!
Mírame con recelo, la culpa será mía. Soy egoista. Me educaron para ser así. Si sirve de excusa, nos amaestraron para no morder la mano del amo que nos da las míseras sobras de su plato. Como padre te digo, te doy permiso para, cuando llegue tu tiempo y entiendas esta carta, me odies.
Te quiere y te pide perdón, tu padre.
Por dejarte un mundo en el que cada vez somos menos libres. Por ser de los que damos el puñetazo en el bar pero sin salir a la calle a incendiarla. Por escribir una opinión de lo injusto que es este mundo en el Facebook y a los dos segundos olvidarme de todo, como si estuviera borracho; viendo un vídeo en el Youtube. Por dejarnos arrebatar los derechos por los que tanto lucharon nuestros abuelos. Por no querer cambiar este puto país de mierda, reaccionario, que lastra ya demasiados años de educación nacional católica con esa mal llamada democracia cuyos partidos se reparten el pastel mientras la sociedad agacha la cabeza para ver cual es el nuevo pescozón que le darán. Por tener miedo a perder las pocas miserias que nos dejan tener. Por dejar que tu educación, tu sanidad, tu futuro, tu libertad caiga en manos de empresas ávidas de beneficios a costa de unos derechos humanos cada vez más reducidos. Por dejar que la sumisión a los poderes sea la bandera enarbolada por la sociedad en que vivimos. Por no enfrentarme contra el ignorante trabajador que todavía vota y sigue defendiendo a la derecha que te está quitando todas tus posibilidades de una vida digna y todavía busca excusas para regodearse en su propia miseria. Por mirar hacia otro lado cuando veo un indigente en la calle. Por no abofetear a quién diga que la culpa es del inmigrante que nos quita el trabajo. Por no discutir. Por callarme. Por no llamar las cosas por su nombre: Bancos, ladrones. Monarquía y casta política, parásitos. Hipotecas, esclavitud. Rescate, robo. Nueva ley de protección ciudadana, dictadura. LOMCE, Discriminación. Recortes, más miseria para el pueblo. España, anacronismo sin solución; al igual que cualquier país.
Te tocará a ti. Con las pocas armas que mi malagana me permita dejarte. Tu lucha será aún más dura que la que nosotros deberíamos hacer. Cada vez menos, para cuando llegue el momento de buscar las soluciones y arreglar el mundo que te dejo.
¡La incertidumbre es tanta y la comodidad es tan agradable!
Mírame con recelo, la culpa será mía. Soy egoista. Me educaron para ser así. Si sirve de excusa, nos amaestraron para no morder la mano del amo que nos da las míseras sobras de su plato. Como padre te digo, te doy permiso para, cuando llegue tu tiempo y entiendas esta carta, me odies.
Te quiere y te pide perdón, tu padre.
Más que indicios de dictadura.
http://www.laprovincia.es/espana/2013/11/19/insultar-policia-podra-multar-30000/572246.html
Lo peor de que Europa se esté convirtiendo en una dictadura no es la dictadura en sí. Es la mala gana de los pueblos de ir en contra de estas medidas. Se nota el peso de la derecha en toda Europa. Ya lo dijo cierto escritor con muy mala leche. "Aquí todos gritamos revolución pero somos los primeros que bajamos a ver si nos han quemado el coche". No seamos hipócritas. ¿De qué sirve "incendiar las redes sociales" si no salimos a incendiar la calle? Cada vez que hay un comentario de estos, la puñetera casta política se descojona viva de nosotros. ¡¡Vamos hombre!!! Tenemos lo que nos merecemos.
Lo peor de que Europa se esté convirtiendo en una dictadura no es la dictadura en sí. Es la mala gana de los pueblos de ir en contra de estas medidas. Se nota el peso de la derecha en toda Europa. Ya lo dijo cierto escritor con muy mala leche. "Aquí todos gritamos revolución pero somos los primeros que bajamos a ver si nos han quemado el coche". No seamos hipócritas. ¿De qué sirve "incendiar las redes sociales" si no salimos a incendiar la calle? Cada vez que hay un comentario de estos, la puñetera casta política se descojona viva de nosotros. ¡¡Vamos hombre!!! Tenemos lo que nos merecemos.
lunes, 18 de noviembre de 2013
Sin nombre lo buscas.
Sin nombre lo buscas.
En sueños te raptará.
De la locura de Poe,
que entra como el cuervo.
Y te dice "nunca más".
De los ángeles celosos,
captores de Anabel Lee.
Sonarán sus tambores
y creerás morir.
Son ritmos caóticos,
de paroxismo frente al mar.
Y cuando suenen más fuertes,
detén el tiempo.
Porque los amores volátiles,
que se mueren al alba,
sus recuerdos duran,
la eternidad.
En sueños te raptará.
De la locura de Poe,
que entra como el cuervo.
Y te dice "nunca más".
De los ángeles celosos,
captores de Anabel Lee.
Sonarán sus tambores
y creerás morir.
Son ritmos caóticos,
de paroxismo frente al mar.
Y cuando suenen más fuertes,
detén el tiempo.
Porque los amores volátiles,
que se mueren al alba,
sus recuerdos duran,
la eternidad.
sábado, 16 de noviembre de 2013
La Casta. Parte 2. 4
4
Estacionó
el todoterreno en la cuneta. Repleta de berros.
Subió
por un sendero medio oculto entre los arbustos. Sus botas resbalaban
a causa del barro de las recientes lluvias. Pero constante seguía
adelante. Alguna zarza le hizo arañazos en los antebrazos cuando las
apartaba para continuar avanzando. La cuesta se hacía cada vez más
empinada y el esfuerzo para proseguir era cada vez mayor. Los
matorrales poco a poco se hacían más densos. Se agarraba a todo lo
que podía. Y frunció el ceño cuando cayó en la cuenta. Su bastón
lo había dejado en el coche. Aún así, más que decidido a cumplir
su misión y que aquel montículo no iba a poder con él, continuó.
Llegó un momento que los matorrales eran tan espesos que era
imposible continuar. Sacó su navaja y cortó algunas ramas pero fue
imposible. Resignado, descendió nuevamente al todoterreno.
- Sabía yo que no me lo ibas a poner fácil.
Cogió
su mochila, el bastón, un machete que colgó a la cintura y un saco
de paquetes donde guardaba los hechizos Sofía. Volvió a subir. La
camisa estaba empapada en sudor y manchada de sangre en los
antebrazos. Sucia del roce de las ramas. Las botas llenas de barro.
El segundo ascenso le pareció menos tedioso. Conocía ahora el
camino. No tardó la media hora del primer ascenso. En este en quince
minutos llegó a la misma situación. A los matorrales espesos como
una red. Agarró su machete y comenzó a cortar. Era un gigantesco
muro de zarzas. Cada vez que se hacía un hueco más tupido era la
vegetación y con más posibilidades de herirse porque las púas de
las zarzas eran mayores y más afiladas. Gritó de desesperación y
cortó con más rabia el amasijo. Pero no pudo. Cansado cogió su
mochila y sacó el presente que Guayota le había hecho. Tapó con
el dedo índice la boca de la botella y manchó la yema. Luego tocó
las zarzas con el dedo manchado. De pronto. Pedro quedó entre ramas
carbonizadas que las tocaba y se deshacían en polvo de ceniza. Así
atravesó aquél muro tocando con el dedo y avanzando. El suelo se
niveló y se fue haciendo más horizontal. Hasta que llegó al claro
dónde se encontraba la cueva de Bartolomé.
Entró
en la cueva. Apestaba a cadáver y las moscas revoloteaban en la
oscuridad. Pedro sacó una linterna y alumbró la bajada. Llegó al
lugar dónde se hayaba el cuerpo de Jorge.
- ¡Que no sea tarde! ¡Que no sea tarde!
Habló
a la nada.
Miró
los arañazos en la pared. Volvió a meter la mano en la mochila y
sacó una tiza. Dibujó un rectángulo y dentro de él símbolos
extraños. Luego arrastró el camastro dentro del dibujo. Agarró el
cuerpo y lo puso encima. Ungió el rostro de Jorge con sangre de la
botella y manchó un trapo que dejó a los pies del muerto. Puso
todos sus bártulos y esperó. Pasaron unas dos horas y el suelo de
la cueva pasó del gris al azabache. Luego se licuó. Jorge abrió
los ojos. El chapoteo del remo se oyó y de uno de los accesos de
cuevas más profundas apareció Caronte en su barca. Remando
despacio. Rítmicamente. Condujo la barca hasta la orilla del
rectángulo y habló.
- Hola Pedro. Es extraño. No estás muerto y en cambio te veo hablando conmigo. Se nota que eres novato en esto. Te faltan muchas cosas para completar este ritual sin peligro para tu persona. ¿Cómo te atreves a llamarme? ¿No ves que podría cerrarte el paso al mundo de los vivos y dejarte aquí en el limbo como a éste? Sí, éste no tenía monedas en sus ojos. Mira ves aquel que nada hacia aquí.
Señaló
al cadáver de Jorge y al horizonte. A lo lejos una silueta que daba
brazadas cansinamente y que luchaba por llegar a alguna orilla
inexistente.
- ¡El espíritu de éste zángano!
Al
mismo tiempo que gritaba esto, Caronte se estiró como un resorte y
acercó el rostro a Pedro enseñándole los dientes y mostrándole
cómo sus pupilas de gatos formadas por cataratas de fetos cayendo al
vacío. Salió una neblina de su boca. Acercó el remo y empujó la
plataforma. La zarandeó haciendo perder el equilibrio a Pedro y
cayó. Se agarró como pudo al rectángulo y gritó.
- ¡Sofía! ¡Necesito encontrar a Sofía! ¡Yo pagaré el viaje del zángano!
- ¿Sofía? Entre mis futuros viajeros no hay nadie con ese nombre.
- ¡Caronte, recuerda! ¡La vieja bruja Sofía!
Pedro
luchaba por aferrarse a la plataforma e intentar hablarle sin
ahogarse. Mientras Caronte lo hundía empujándolo con el remo.
- ¡Caronte, haz memoria! ¡Te tiene que haber hechizado!
- ¡Pedro, Nadie burla al barquero! ¡Nadie!
Pedro
llegó con la mano hasta el saco. Agarró un paquete y lo aplastó.
De él escurrió un líquido verdoso.
En
aquellos momentos en una habitación con las paredes sin encalar
dentro de la casa y dónde guardaban los aperos, Sofía afilaba su
puñal con una piedra de esmeril haciéndola girar mediante unos
pedales. De pronto un dolor punzante se produjo en su estómago. Se
dobló hacia adelante y lanzó un alarido que hizo eco en la casa.
Luego se tiró de espaldas y comenzó a darle nuevamente
convulsiones. Lanzaba espumarajos llenándose el rostro de baba
blanca. Bartolomé y Eva se acercaron otra vez a la vieja y la
agarraron para que no se hiciera daño. Conteniéndola entre los dos
poco a poco se le fue pasando. Consiguió articular unas palabras.
Pedro
lanzó el paquete aplastado a la cara del barquero.
- Estoy bien. Vete Circita, tengo que hablar con tu abuelo.
Dijo
Sofía.
Caronte
contuvo los ataques. Pedro más calmado pero todavía con la
respiración agitada pudo aferrarse con seguridad al rectángulo.
- ¿Sofía, la bruja? ¡Es cierto! ¡Cinco años! No conseguía acordarme de ella. No se cómo lo hizo. Me borró todo rastro de ella en mi memoria. ¡Astuta vieja! Todavía no es el momento pero si ella usó un hechizo conmigo yo también romperé mi pacto. Tú serás la herramienta, el verdugo. Sofía morirá antes de lo dicho. ¿Qué quieres saber?
- ¿Dónde está?, barquero. ¿Dónde está su refugio? ¡Dímelo!
- Irónico que arriesgues demasiado para una petición tan mísera. Pero te ha salido bien tu jugada. Tus motivos deben ser muy importantes o tu señor debe ser muy poderoso para que arriesgues así tu alma. ¡Toma, te lo has ganado!
Apareció
un papiro atado con una cinta negra en el rectángulo. Pedro
conseguía al fin subir a la plataforma. Estaba manchado
completamente de un líquido negro, pegajoso, por todas sus ropas.
Caronte continuó hablando.
- Es el mapa dónde se encuentra la cueva de Sofía. Siguen las ironías del destino, porque haces dos veces el mal. La segura próxima muerte de Sofía y el alma de su hijo, perdido para siempre, haces que cruce conmigo la laguna. ¡A ver las monedas!
Pedro
metió la mano en la mochila y puso dos encima del cuerpo inerte de
Jorge. Caronte extendió el brazo y las monedas flotaron hacia su
mano. Las agarró y las depositó en una hucha con forma de cráneo
colgado con dos cuerdas de cuero a su cinturón, se agachó y cogió
un farol. Alumbró en dirección a la silueta y a lo lejos el
espíritu de Jorge sonrió. Volvió a tener fuerzas y comenzó a
nadar como él sabía hacerlo. Volvía a ser un pez. De la línea
recta que trazaba desde la barca hasta Jorge se formó agua de mar.
Azulina como la que está cerca de los arrecifes. En un momento
abordó la barca. Caronte lo ayudó dándole la mano.
- A ti también te queda poco tiempo. La próxima vez que nos veamos espero que tengas dinero para el viaje. No es agradable quedarse en la eternidad buscando una orilla.
Pedro
se quedó sentado. Cruzó las piernas y vio como Caronte se alejaba
con el espíritu de Jorge que empezaba a tener una conversación con
él.
- ¿Dónde vamos barquero?
- ¡Todos me hacen la misma pregunta! ¡Es mi maldición, la de repetir a todos esto y hacerte saber la verdad! ¡Es mentira que las almas descansen! Desde el principio de los tiempos yo he sido quién he transportado las almas de todos los fallecidos. Allí te olvidarás quién has sido pero a todas horas recordarás quién quisiste ser. Perderás de tu memoria todo aquello qué conseguiste y recordarás todo aquello que perdiste. No habrá nada y desearás tenerlo todo. No hace falta que sientas dolor en tu cuerpo porque el desamor, el odio y la indiferencia te visitarán todos los días. Se presentarán y brindaran contigo. En un rato se marcharán y los olvidarás, y cuando los hayas olvidado, vendrán otra vez y recordarás, así una y otra vez. Sentirás eternamente la sensación de la muerte inesperada de tus hijos. La sensación de que un ser querido te descubra mintiéndole. La soledad, será tu compañera. Aquella que quema, que quieres olvidar, que te abraza y te llena de desasosiego y querrás hablar con alguien pero no habrá nadie. Una vez que me vaya quedarás allí sólo. Harás compañía a grandes de la historia como Nerón, Cristo, Mahoma, Budha, Claudio, Kennedy, Franco, Hitler, Ghandi, Stalin... Nobleza y plebe, señores y villanos. No existe la divinidad, ni la salvación. Porque todos tienen en algún sitio de sus almas algo oscuro, no hay nadie divino ni santo. ¡Para nadie! Allí sólo son el almuerzo para el devorador de almas que una y otra vez se los come, los digiere y luego los expulsa. Así una y otra vez. ¡Por toda la eternidad!
El
pasajero comenzó a gritar desesperado e intentó saltar de la barca.
Caronte se lo impidió dándole un golpe con el remo en la cabeza.
Jorge quedó aturdido y tendido boca abajo. Un grillete aferrado al
tobillo, hizo su aparición. Poco a poco Caronte remó y se perdió
en el horizonte.
El
suelo volvió a ser de cemento. Las antorchas colgadas en las paredes
de la cueva se encendieron. Pedro bajó de la camilla con el papiro
en la mano. Miro el cuerpo de jorge y poniéndole la planta del pie
en un costado empujó hasta que lo tiró al suelo. Luego le lanzó un
escupitajo. Agarró sus pertenencias y salió de la cueva.
domingo, 10 de noviembre de 2013
La Casta. Parte 2. 3
3
Esteban
abrió la
puerta y
entró en
el piso
de Juani.
Entró a
la sala
y abrió
los armarios
del primer
mueble que
vio. Curioseando
entre vasos,
figuras de
porcelana y
libros alguna
pista con
la que
poder localizar
el paradero
de las
dos mujeres.
Intentaba
hacer el
menor ruido
posible pero
su ansia por encontrar una pista hacía inevitable
que alguna
figura cayera
al suelo.
Cada vez
que contemplaba
una fotografía,
buscaba con
ávidez algo
que reconocer,
un lugar, una
estatua, un
paisaje, un cartel de carretera; algo.
Entró
en el
dormitorio. Abrió
la cómoda
y escarbó
entre la
ropa y
así un
cajón tras
otro. Lo
mismo en
los armarios.
No había
nada interesante.
Ya
en el
cuarto de
Eva, revisó su
mochila, libros,
apuntes.
Escudriñó su
armario
desordenándolo y
tirando al
suelo los
percheros. Se
sentó en
su cama
y observó
los pósteres
de los
cantantes
favoritos de
Eva. La
mesa de
estudios estaba
vacía y
al lado
la papelera.
Esteban metió
la mano
y rebuscó
entre folios
arrugados,
envoltorios de
caramelos y
basuras variss.
Halló
un sobre
y leyó una
dirección escrita a bolígrafo y
que le
remitía al
barrio de
San Cristóbal.
Pedro
se levantó y bajó las escaleras raudo a su coche. Arrancó
chirriando las ruedas. Cruzó la ciudad en pocos minutos llegando a
la barriada. A pie, buscó el portal y entró en él.
Subió
las escaleras y actuando con violencia mediante una patada abrió la
puerta de la casa de Sofía. Observó el viejo piso y comenzó a
andar por cada una de las habitaciones llegando al dormitorio de la
vieja. Allí encontró el baúl dónde guardaba sus hechizos
envueltos. Lo abrió y sacó un paquete que deshizo. Miró una raspa
de un pescado atada con un lazo negro. Le repugnó y lo tiró a un
lado.
Al
mismo tiempo. Bartolomé, Sofía y Eva sentados llevaban una charla
amena. De pronto Sofía puso cara desencajada y soltó un alarido.
Eva y Bartolomé se asustaron y se levantaron de la mesa prestos
cogieron las manos de la mujer. Volvió a gritar.
- ¡Los ha encontrado! ¡El jerezano! ¡Nos ha encontrado!
Pedro
rasgó el papel de otro paquete mucho más pequeño que el primero,
eran dientes también lo tiró fuera del baúl. Lo agarró y volcó
todo su contenido fuera. Miró los bultos en el suelo y los comenzó
a pisotear.
Sofía
comenzó a sangrar abundantemente por la nariz. Bartolomé cogió un
trapo limpio de la alhacena y tendiendo la cabeza hacia atrás
trataba de cortar la hemorragia. Eva había dado varios pasos atrás
y contemplaba como su abuela se convulsionaba en la silla. De un
manotazo soltado al aire, alcanzó a Bartolomé lanzándolo un metro
hacia atrás cayendo de espaldas y dándose un golpe con la pileta.
Sofía se puso rígida. Se elevaron sus pies seguido del tronco.
Quedando vertical, tan rígida como una tabla y sólo apoyada por su
nuca en el respaldar de la silla. Estuvo así unos minutos quieta
hasta que abrió la boca y exhaló humo. La neblina provocada llenó
la habitación. El frío se apoderó de la estancia. Seguido una
cucaracha salió de la garganta y caminó hasta quedarse en lo alto
del pómulo de Sofía. Luego abrió sus alas y salió volando hacia
el rostro de Eva que gritó espantada. De la entrepierna manó orina
empapando la silla y sus alrededores. La vieja comenzó a balbucear
frases ininteligibles. Se convulsionó nuevamente en el aire haciendo
bruscos movimientos con el cuello que la hacían levantar del único
punto de apoyo que tenía. Golpeando la nuca una y otra vez en el
borde superior del respaldar de la silla. Se abrieron las cicatrices
de sus brazos y el espeso líquido rojo cayó al suelo.
Pedro
se cansó de pisotear los paquetes y miró el viejo armario.
Sofía
relajó el cuerpo y cayó a plomo en la silla. Bartolomé que a
duras penas podía moverse del tremendo golpe se reincorporó y
corrió a acomodarla.
- Nos ha encontrado. Hay que prepararnos.
Repetía
una y otra vez con voz apagada. Eva trajo un vaso con agua y se lo
dio a beber. Bartolomé le limpiaba la sangre de la cara con el mismo
paño. Le dolía todo el cuerpo y tenía muy pocas fuerzas para
moverse.
Pedro
abrió el armario localizando una vieja carpeta grande. Estaba llena
de papeles. Se sentó en la cama y comenzó a revisarlos
detenidamente. Eran viejos recibos, escrituras de propiedades. Todos
amarillentos y desgastados del tiempo. Buscaba direcciones.
Referencias a lugares pero no hallaba nada en concreto hasta que un
recibo. El pago de un terreno situado en el Barranco de Las Goteras.
La fecha era reciente de hacía menos de un año. Guardó todos los
papeles en la carpeta dejando ese en la primera posición de la
tonga. Sacó un saco de la mochila que llevaba consigo y guardó los
paquetes que habían quedado intactos, la carpeta y salió de la
casa.
Cargaron a la bruja. Eva por
los hombros y Bartolomé por los pies, la dejaron en la cama. La
arroparon. Eva se desplomó en una silla situada en un rincón de la
habitación. Bartolomé se arrodilló cerca de la cabecera. Con mucho
cariño y con la faz triste, acariciaba la frente de Sofía que se
miró la palma de la mano. Su línea de la vida casi era
imperceptible. Derrotada cerró los ojos y cayó en un profundo
sueño.
Pasaron unos minutos. Bartolomé
se levantó. Agarró la mano de Eva y la sacó de la habitación. En
el quicio de la puerta Eva se volvió y la miró como se acurrucaba
aferrada a la almohada. Miró el contorno que formaba y pensó que su
abuela se estaba quedando en nada. Cerró la puerta y acompañó a
Bartolomé hasta el lugar favorito de Sofía. Se sentaron, bajo la
palmera, cabizbajos mirando el cemento.
Pasaron
las horas y sobre las siete de la tarde la luz decaía. Se abrió la
puerta de la cueva y sofía salió envuelta con la colcha de su cama
y con su escoba al revés, se apoyaba en ella. Arrastraba los pies.
Su mirada carecía de la agudeza que caracterizaba a la vieja. Su
mirada apagada. El rostro serio. No aquella miraba altiva y al frente
como de costumbre. La vista al suelo. Caminaba despacio. Los años la
alcanzaron de golpe. Su poder estaba muy debilitado y llegó a la
palmera.
- Abuela...?
Sollozó
Eva, y la abrazó. Bartolomé se quedó sentado mirándolas.
- Bartolomé, déjame a solas con
Eva. Tengo que hablar con ella.
Dijo
Sofía.
- Iré a hacer algo de cenar
Bartolomé
caminó despacio hacia la casa dejándolas a solas.
- Siento lo que te dije abuela.
Yo te quiero. No eres un monstruo.
- Eva olvídate de eso. Sí soy
un monstruo. Pero lo importante es que él nos ha encontrado. No
podemos huir pero aquí podremos hacerle frente. Es cuestión de
días. Has aprendido muchas cosas de nuestras artes. Pero te tengo
que enseñar lo más importante que tienes que saber. Sabes que
nuestro poder está en nuestra sangre y que tendrás que cortarte
para poder hacer los hechizos. Hasta ahora siempre lo hemos hecho con
mi sangre y la que tengo almacenada en la cueva. Por eso no has
tenido que hacerte heridas todavía. Pero mi vida se está agotando y
tendrás que ir tu sola. Tienes que perder el miedo al corte. Duele
pero con el tiempo te acostumbras.
Eva
escuchaba a la vieja.
-
No hará falta que me corte, ¿verdad?
Dijo
la chica.
-
Cuando llegue El Jerezano aquí necesitaré tu ayuda. Yo sola no
podré con él. Necesito que pierdas el miedo al corte. Coge de la
caja que te regalé el puñal y empieza. Es nuestro pequeño pago por
el don que se nos ha concedido.
- Abuela, no voy a poder. ¡No!
- Debes y tienes que hacerlo. ¡Otra cosa! El primer objeto que toque tu sangre será el que usarás para volar agarrada a él. Piensa un lugar y te llevará volando.
Eva a regañadientes fue a la
casa. Sofía quedó contemplando cómo el día iba muriendo. Igual
que ella. Volvió a abrirse la puerta y la nieta regresó con la
caja. Sacó el puñal.
- ¡Cariño! Cierra el puño lo más fuerte que puedas. Tienes que hacer un pequeño corte en el antebrazo hasta hacerte sangre.
Le hizo caso. Cerró el puño.
Puso el puñal en su antebrazo. Cerró con fuerza sus ojos y se
dispuso a cortar. Pero aflojó en el último momento.
- No puedo.
Empezó a llorar. Miraba a su
abuela asustada.
- ¡Circita...! Tienes que poder. Debes hacerlo.
- ¡No!
Gritó y tirando el puñal al
suelo y corrió sollozando a la casa. Sofía frunció el ceño y se
llevó las manos a la cara.
- Eva, ¡Tienes que hacerlo! ¡Es tu destino!¡Te necesito!
A la mañana siguiente. Sofía
se había levantado temprano. Cambinaba por el perímetro del
terreno. Con una botella en mano iba derramando unas gotas de sangre
cada medio metro. Cada vez que tocaba la sangre la tierra una
frondosa zarza seca brotaba haciendo imposible el acceso por esa
zona. Bartolomé, en la palmera, hacía punta a varios palos
convirtiéndolos en lanzas. Las puntas las echaba en una hoguera para
que al carbonizarse cogieran mayor solidez. Sofía terminó de
sembrar sus espinosos arbustos y volvió con Bartolomé. Echó otra
gota en la hoguera. El fuego se avivó. Las puntas de las estacas se
endurecieron aún más tornándose de un color metálico. Eva salió
de la casa pero se mantuvo a cierta distancia. Sofía la miró de
reojo y con la mano y una sonrisa la animó a reunirse con ellos.
Tímidamente la chica fue hacia ellos.
- Abuela, He estado toda la
noche sin dormir. Se que es mi destino pero ¿No hay otra forma?
¿Tiene que ser con un corte?
- Hija, es así. Cuando acabe aquí lo intentarás otra vez. Te ayudaré a pensar en otra cosa. Verás que lo lograrás.
- ¿Cómo fue tu primero?
- Estaba aterrorizada. Yo tenía mucha más edad que tú. Me emborraché la primera vez que lo hice. Sola, no quería que nadie estuviera conmigo. Por lo que se ha hablado y escrito sobre brujas lo de volar en una escoba. Por la borrachera y por la broma use como primer objeto eso, mi escoba. Tu bisabuela usó un candíl y tu tatarabuela un zurrón. Me senté en el centro de la cueva, la que luego fue casa de Bartolomé, y allí me hice el corte. Brotó la sangre y regué con ella la escoba. Luego fui con mi madre, le enseñé la cicatriz y la escoba. Me olió el aliento y me abroncó por haber elegido un objeto tan grande y por lo borracha que estaba. Pero sigo pensando que realmente aquella bronca fue porque no la dejé que estuviera conmigo en el momento de la sangría.
Ahora Eva, vete al gallinero y
coge la gallina más grande que veas y la traes.
- ¿Vas a hacer algún hechizo? ¿La transformarás en algún animal feroz? ¿En un monstruo?
- No. Bartolomé hará sopa con ella. Y un arrocito.
La vieja miró a Eva con una
sonrisa de complicidad. La chica ccorrió hacia el gallinero.
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