domingo, 13 de octubre de 2013

La Casta. 10




10

Del cadáver de jorge supuraban líquidos y caían a la saca abierta de sal que tenía debajo del catre. Su cuerpo estaba céreo, mate. Los brazos eran finos palos cubiertos por su piel. El abdomen cubría los sacos de sal que poco a poco lo secaban. Sus piernas al igual que sus brazos tenía el mismo fino volumen de los huesos. El rostro estaba reducido a las formas del cráneo.

Giró la cabeza y las monedas que tenía encima de las cuencas vacías rodaron a un costado. El brazo izquierdo se movió hasta el costado del catre hasta que cayó a plomo. Giró de costado a esa misma dirección y su cuerpo dio con el suelo. Se puso a cuatro patas. Elevó la cabeza. Levantó el abdomen quedando de rodillas con los brazos caídos. Se puso en pie y caminó arrastrando los pies hacia la luz de la otra habitación. De los sacos que tenía en el abdomen se cayeron dos y un tercero quedó dentro sujeto por las costillas.

Bartolomé escribía algunas notas en su viejo cuaderno sentado a la luz de una vela. Sonaron los pies de Jorge y giró la cabeza. El cuerpo entraba en la habitación. En ese instante comenzó a vaciarse el saco que le quedaba dejando un rastro blanco de sal en su caminar. El viejo miró su obra con horror y asombro. Se levantó y caminando hacia atrás quedó pegado a la pared de la cueva. Jorge continuó caminando hasta llegar frente al anciano. Levantó la mano y con las uñas comenzó a rascar la pared. Empezó a dibujar. La uña que utilizaba se le saltó y quedó colgada de un jirón de piel en su dedo. Continuó con la de otro y las rayas poco a poco se fueron convirtiendo en las palabras:Sofía, ayuda, astilla y sal. Una vez escrito esto Jorge se desplomó. Bartolomé miró el cuerpo, alzó la vista y leyó el mensaje. Por unos momentos quedó tieso, irresoluto pero como si se encendiera una bombilla, se activó.

Anduvo deprisa, con su bamboleo. Agarró un saco de sal y abrió el cajón. Saco la astilla de la escoba y al cogerla se elevó tirándolo al suelo. De espaldas lo arrastró unos metros hasta que la soltó. En su mano había dejado una marca por el repentino roce de la madera. Quedó inerte en el suelo. El viejo se levantó dolorido y miró la rama que comenzó a girar en el suelo. Puso el saco atado a su cinto y cogió la madera de nuevo pero esta vez con las dos manos y nuevamente lo arrastró. Guardó el equilibrio mientras lo arrastraba. Sus pies limpiaron de polvo el suelo marcando el piso. Lo sacó de la cueva y comenzó a elevarse. Asustado soltó nuevamente la rama y cayó al suelo.

Comprendió que así llegaría a Sofía. Se armó de valor, cerró los ojos y comenzó a gritar. Se elevó y aquel fragmento de escoba llevó al viejo volando.

En el aire abrió los ojos. Miró al vacío. Sonrió sintiéndose como una gaviota. Y aunque era un vuelo nocturno reconoció su amada Caldera de Bandama. A la izquierda Telde. Pasó por encima de Montaña Las Palmas, Lomo Magullo y continuó hacia el sur. El aeropuerto a la izquierda y un avión que aterrizaba. Sobrevoló Ingenio y Agüimes curvó la trayectoria y sobrevoló Vecindario y El Doctoral Llegó a Juan Grande. Abandonó la tierra y entró al mar donde realizó un giro con un radio de varios kilómetros hasta que entró por Playa del Inglés, siguiendo por El Tablero hasta llegar a Montaña de la Data.

Comenzó a descender y, a las puertas de la villa dónde se encontraba Sofía, terminó su vuelo.

Sofía abrió los ojos y contempló a Eva que lloraba desconsolada.

  • ¿Por qué lloras Circita?

La niña abrió los ojos y con alegría la llamó.

  • Abuelita, estas vivaCreí queSigue saliéndote sangre.
  • ¿Crees que ese va a poder conmigo? Soy vieja, pero tengo mis trucos. Mientras dormía, traje un amigo. La ayuda está en la puerta. El hombro pronto estará bien. ¿Cómo estás tú?
  • Ese hombre, me pintó cosas y luego me rajó el muslo. Me hizo sangre y luego una cabraMamá estaba allí pero no hizo nada, ¿Qué le pasa abuela? No hizo nada por mi. Me trató mal. No lo entiendo.
  • Ha conseguido tu sangre. Han liberado al Guayota. Eso no tenía que haber pasado. Hija, ya sabes que somos especiales. Nuestra sangre es especial. Ya lo sabrás. Ahora tienes que ser paciente y déjame hacer a mí. Tu madre está bajo el control de ese hombre y ahora no podemos hacer nada por ella. ¡Espera! ¡Oigo pasos! Ahora, déjate hacer, hay que tener paciencia.

Se abrió la puerta y entró De Vera agarrando a la vieja por el pelo y la arrastró fuera. Eva gritó:

  • ¡No te la lleves! ¡Abuela!

Luego entró Juani y agarró a la niña siguiendo los pasos del jerezano. Las sacaron al terreno frente a la villa y allí el hombre ató a la vieja al gancho. Luego cogió a la niña y la llevó a la viga.

Al llegar a tierra, Bartolomé soltó la esquirla. Esta siguió su vuelo hasta llegar al palo de la escoba y ocupó su lugar quedando pegada y sin notarse corte ninguno.

Desde la verja de la entrada Bartolomé contempló a Sofía con las manos a la espalda y a Esteban, ayudado por Juani, atando a Eva.

Trepó por la verja y se dejó caer al suelo. Se agachó. Esteban y Juani entraron en la casa dejando a nieta y abuela solas. En ese momento comenzó a arrastrarse hasta llegar a la espalda de Sofía y esta habló:

  • ¡Siento que te hayas tenido que manchar con el picón Bartolo! ¡Tendrías que haberte dado más prisa! - dijo socarrona la vieja. - Gracias amigo, sabía que no me fallarías.

Bartolomé sacó su cuchillo de la funda y cortó las cuerdas.

  • Sofía, ¿Qué está pasando?
  • Te lo contaré más tarde ahora.

Dijo frotándose las muñecas.

  • Libera a mi nieta y escóndela entre los arbustos. No te preocupes por aquellos perros. Ya son míos. Te defenderán en caso de que tengas problemas. Ahora me toca a mí.

De un tirón le quitó al viejo su saco de sal y Bartolomé corrió a liberar a la niña. Trepó entre los tarugos y ramas. Y mientras cortaba las cuerdas:

  • Hola Eva. Soy Bartolomé, amigo de tu abuela. Sígueme, te pondré a salvo.

Los dos corrieron a los arbustos que estaban a los lados de la entrada. La vieja corrió hacia la basura que estaba acumulada a un lado de la casa y vio su bolso tirado en la porquería. Lo agarró, arrugando su rostro por el mal olor. Miró dentro y sacó su pequeño puñal y lo enganchó al cinto. Se colgó el bolso y entró en la casa.

Caminó despacio, sin hacer ruidos. Olió el aire del ambiente y subió por la escalera dirigiéndose a la capilla. Una puerta entreabierta dejaba escapar unos gemidos placer. Sofía miró dentro de la habitación. Esteban estaba de espaldas con el culo al aire sodomizando a Juani encima de la cama. Él gritaba de placer. El cabrón echado en uno de los sillones de la habitación y como un gato se lamía las pezuñas.

Sofía se alejó de la habitación y caminó hasta el oratorio. Llegó al sagrario que estaba detrás del altar y de espaldas a la entrada lo abrió y sacó el cáliz. Vertió la sangre en una botella vacía que sacó de su bolso, luego lo limpió y lo depositó boca abajo encima del ara. Al girarse para marcharse la sorprendió el chivo que bloqueaba la salida. Estaba en la puerta. Salía vaho de sus fosas nasales. Al abrir la boca mostró que estaba llena de incisivos. Sus pezuñas delanteras, de pronto, se convirtieron en manos humanas terminadas en uñas afiladas. ¡Se puso en pie! Señaló a Sofía y bramó:

  • ¡Pedro!

Esteban al escuchar los gritos del diablo, cambió su semblante, abrió los ojos, dejó de jadear. Frunció el ceño y con desdén empujó a Juani. La tiró hacia el cabezal de la cama. Su cabeza golpeó contra la madera.

  • ¡Aparta guarra!

Gritó Esteban.

Mirando a Esteban, no sabía lo que pasaba. De Vera bajó de la cama colocándose las mallas y el blusón blanco. Fue a la silla que estaba a la entrada donde había dejado descansando sus armas y sacó la espada de la funda. Corrió raudo por el pasillo, hacia la entrada de la capilla. Vio de espaldas al baifo lentamente ir hacia dentro y gritando a la vieja:

  • ¡Qué haces Sofía! ¡Deja esa sangre¡ ¡Es mía!

Sofía sacó el puñal de su talega y se hizo un corte en el antebrazo. Abrió el saco y dejó caer los goterones dentro. Apareció por la puerta Esteban espada en mano. El diablo tomó por la derecha de la vieja y el hombre por la izquierda acorralando a Sofía detrás del altar. Metió la mano en el saco sacando un puñado de sal manchado con su sangre y se lo tiró al hombre a la cara. La piel comenzó a quemarse y llevándose las manos a la cara se echó hacia atrás. Sofía aprovechó el hueco que dejó Esteban y salió huyendo por ahí. Guayota comenzó a seguirla.
Volvió a introducir la mano en el saco y lanzó hacia atrás otro puñado de sal esparciéndolo por el suelo. El diablo se frenó en seco y quedó parado. Nervioso, jadeando, abriendo sus fauces y mostrando su lengua puntiaguda morada.
La vieja una vez que llegó a la puerta también frenó. Miró atrás. Esteban se agitaba de dolor en el suelo y el diablo se movía como un tigre enjaulado de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. Nuevamente cogió otro puño. Se puso en cuclillas, abrió poco a poco la mano cayendo la sal y pintando una raya desde el bastidor derecho al izquierdo de la puerta. Se puso en pie y lanzó una carcajada burlona al diablo y se marchó por el pasillo.

Juani salía de la habitación gritando el nombre de su hija y se encontró con Sofía en el pasillo.

  • ¡Tú! ¿Qué me has hecho?

Le gritó llorando a la vieja amenazándola con un candelabro en la mano.

- ¡Juani, has despertado!
  • Bruja, ¿Dónde está mi hija?
  • ¿Tú hija? ¡No! Eva y yo somos hijas de una misma madre. ¡La madre Circe! ¡Llevamos su sangre! Eva tiene conocer nuestra ciencia y completar el círculo. ¿Crees que con eso me vas a detener?

Miró como blandía el candelabro.

  • Nos vamos, tenías que haber desaparecido hace tiempo y si no fuera porque mi hijo se enamoró de ti, estarías muerta. ¡Así está escrito! Me voy con tu hija, tiene mucho que aprender.

Juani intentó asestarle un golpe en la cabeza con el candelabro pero la vieja esquivó el golpe girando el cuerpo. Por la inercia, la madre, perdió el equilibrio y cayó hacia delante.

Sofía contempló la caída y al mismo tiempo observó como desde la puerta de la capilla se agolpaba Esteban y Guayota gesticulando, agresivos y bloqueados por la línea de sal. Juani se reincorporó e intentó coger carrerilla para asir la cintura de vieja e intentar tirarla pero Sofía le propinó una bofetada que la lanzó contra la pared. Juani tendida en el suelo la miró con rabia.

  • ¡Vieja, dame la vida que me has quitado!
  • No puedes venir, no eres de nuestro linaje y no puedo hacer nada por ti.

Se dio la vuelta y bajó por las escaleras. Juani se recobraba del golpe y consiguió ponerse en pie aguantando el desequilibrio producido por el mareo. Se aferró al barandal y grito a la vieja mientras comenzó a seguir a la vieja por las escaleras.

  • ¡Dame a mi hija! ¡Dame mi vida!

Llorando, sus piernas casi no aguantaban su peso y aunque no consiguió respuesta de Sofía, continuó:

  • ¿Tengo yo la culpa de algo? ¿Te hice algo en el pasado, Sofía? ¿Porqué me tratas así? ¡Soy la madre de tu nieta! ¿Eso no significa nada? ¡Llévame contigo! ¡Quiero ver a Eva!

Gritaba desesperada.

  • ¡Sácanos de aquí! ¡Tú puedes!

Se oyeron las voces al unísono del diablo y de Esteban. Juani paró a mitad de escalera y miró hacia arriba. Otra vez sonaron las voces.

- ¡Sácanos de aquí, te daremos a tu hija!


La vieja se detuvo y habló:

  • ¡No subas Juani, por la memoria de mi hijo, no quiero hacerte daño!

Juani comenzó a subir apresuradamente en dirección a la entrada de la capilla y Sofía corrió detrás de ella. La alcanzó a mitad del pasillo y le asestó un golpe con el puño en la espalda. Se desmoronó. Esteban y el diablo contemplaban la escena. Gritaron y se agitaron agarrados contra el marco intentando arrancarlo con sus manos. Esteban se giró y comenzó a dar cabezazos y patadas a la puerta.

Sofía comprobó que la había dejado sin conocimiento. Le ató con un cordel, que sacó de su bolsa, los pies y las manos. La dejó tendida. Regresó a la escalera y bajó. Salió al porche y caminó hacia los arbustos. Apartó con la escoba las ramas y allí esperaban agachados Bartolomé y Eva.

  • Bueno, ya estoy aquí.
  • ¿Y mamá?
  • Eva, tu madre no va a venir con nosotros. Ahora no lo vas a entender pero es necesario.
  • Pero ¿Está bien? ¿Dónde está?
  • No quiero engañarte. Está en la casa.
  • ¡No! ¡Mamá!
Eva intentó correr hacia la casa pero Bartolomé la agarró por el brazo.

  • ¡Suéltame, tengo que ir a salvarla!
  • ¡Eva!

Sofía con los ojos negros miró fijamente a la niña. La niña se calmó y agarró la mano de su abuela.

Juani recobró el sentido y comenzó a arrastrase como un gusano hacia el oratorio. Atravesó el umbral limpiando la sal que impedía el paso del demonio y su secuaz. Esteban pisó los riñones de la mujer y salto hacia las escaleras. Satanás hizo lo mismo. Miró hacia atrás y se deshicieron los nudos que ataban a Juani. Con múltiples dolores se levantó y los siguió lentamente.

Salieron al porche, Esteban corría espada en mano y Satanás a cuatro patas. Los perros se tornaron otra vez fieros y corrieron junto a ellos hacia los arbustos.

  • ¡Se acercan!

Gritó alarmado Bartolomé.

  • ¡Agárrense a mi!

Avisó Sofía.

La niña agarró la mano de la vieja y Bartolomé, con fuerza, el raído traje negro. De la escoba brotó el humo negro que siempre precedía a sus vuelos. Esteban, a pocos metros del grupo se lanzó de un salto hacia delante con la espada intentando insertar a alguien de ellos. Cayó en el suelo. La nube se disipó y habían desaparecido.
Observó cómo la hoja de la espada estaba manchada de sangre. Satanás bramó y soltó múltiples juramentos, blasfemias y maldiciones.
  • Creo que alcancé a alguien.



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