domingo, 18 de agosto de 2013

La casta. 2

2

¡De repente! Sonó el portazo. Se habían dejado la ventana de la sala de estar abierta y la corriente de aire empujó la puerta al cerrarla. Jorge de espaldas, giró rápido para agarrar el pomo, pero no lo evitó. Las cortinas volvían a su posición al bajar el flujo de la corriente de aire.

Más tarde, sentado en la cocina esperó la llegada de su mujer. Encendió otro cigarrillo. Observó el mobiliario de la cocina, repasándolo varias veces. Mató el aburrimiento buscando moscas dónde no las hay. Perdía la vista en la mesa, en los dibujos coloreados. Tosió un par de veces.

Era una cocina estrecha. Desde la puerta, a la derecha el fregadero, poyo y quemadores eléctricos. Armarios encima con la vajilla y su despensa. A la izquierda, una mesa plegable. Sobre ella, un hule estampado. En la pared de la mesa, la ventana que daba al patio interior del edificio donde los vecinos secaban la ropa colgada en los tendederos. Bajo la mesa estaban los taburetes que usaban para sentarse a comer, y a veces, como escalón para llegar a los anaqueles más altos. Al fondo, una nevera de dos bloques. Congelador en la parte baja y mantenedor en la superior. Tenía algún golpe en la puerta de abajo así como óxido en las esquinas superiores. Todo el mobiliario era de tonalidades crema. El alicatado, viejo, de azulejos, algunos rotos y con flores.

  • Hoy parece que se levantó con prisa.Pensó viendo la loza sucia del desayuno en el fregadero y dicho esto, Juani llegó del trabajo.
  • HolaLo saludó y se fue al cuarto a quitarse la ropa.
  • Ven a la cocina, te tengo que contarte algoJorge habló.
  • Espera, me estoy cambiando. ¿Recogiste a Eva?
  • La dejé con Sofía.
  • ¿Otra vez? - Preguntó con un tono de enfado.

La mujer llegó a la cocina poniéndose una camiseta.

  • ¿Qué me quieres contar?
  • Me dieron trabajo.
  • ¡¿Dónde?! - Juani, saltó de alegría.
  • El ayuntamiento, de pintor. Es por unos seis meses pero puede durar más.
  • ¡Ya iba siendo hora de que nos salieran las cosas! Espero que no se fastidie. - Dijo en referencia a todos los trabajos anteriores que había tenido su marido. Su irresponsabilidad con el mundo laboral era tan grande como su hábito de fumar. Pero es que tampoco les hacía falta. Si se veían muy mal siempre estaba la ayuda económica de Sofía que no ponía ningún reparo en darles cantidades ingentes de dinero y vivir en la abundancia para una familia de esas de clase cada vez más empobrecida.

  • Mamá no está contenta. Dice que ve peligro en este trabajo. Que es poco. No si merece la pen...
  • ¡Estoy harta de lo que piensa tu madre! - Cortó tajante
- ¡Nos hace falta el trabajo y punto! ¡Que yo soy la que trabaja y tengo derecho a descansar! ¡Que llevamos tres años con la misma mierda! ¿Tu madre? ¡Lo único que hace es criticar todo lo que hago! ¡Siempre insultando esa vieja! ¡Estoy ya harta de tu madre y de ti! ¡Siempre igual! Cada vez que has tenido un trabajo no te ha durado nada. Siempre porque tu madre no le gusta. ¡Pues este, lo vas a coger!Le señaló amenazante con el dedo índice - ¡Quiero descansar ya me hace falta unas vacaciones! ¡Ya es hora que te muevas! ¡De casa a la playa y vuelta! ¿Qué te crees que voy a mantenerte? Si no fuera por Eva.

Jorge calló Y bajó la cabeza. Apagó el cigarrillo en un plato que ya estaba tan lleno de colillas como de ira Juani. Tranquilo, encendió otro. Consiguió enojarla aún más.

  • ¡Cuando vas a dejar de fumar! Todo apesta a cigarros. Deja de fumar, ¡Coño! ¡Qué lo apagues! - repitió por tres veces con rabia creciente.

De un manotazo le tiró el cigarro de la boca. Él parpadeó por la sorpresa. La colilla rebotó en los azulejos dejando una marca negra. Jorge se levantó y se marchó de la estancia. Juani levantó un plato del fregadero. Apretando sus dientes lo tiró al suelo y se hizo añicos. Se giró y apoyó sus manos en la mesa. Bajó la cabeza y comenzó a llorar. En ese mismo momento sonó el teléfono y Jorge respondió desde la sala.

  • Sí... Hola mamáUna pausa.
  • Nada lo de siempre... Parece que se acabó el... - otra pausa - Sí, iré a recoger a Eva.
  • Es que cada vez dura menos.un instante de silencio y - Gracias, es lo que necesito. Hasta luego mamá.

Pasaron unos tres cuartos de hora. Jorge miraba la tele. Ella volvía a estar tranquila y relajada. Sonreía y se sentó en el sofá junto a él. Con el carácter totalmente cambiado, meloso, y como si no hubiera pasado nada, le habló:

  • Cariño, si no quieres el trabajo no lo cojas. Podemos salir con lo mío. Se que eres una persona que necesita mucha tranquilidad. Tu madre siempre ha sido una santa, siempre nos ha ayudado con la niña.
  • Esta vez voy a coger el trabajo. Lo hago porque que eso te hará feliz. Siempre he querido tener una familia como los demás y gracias a ti, la tengo. Por eso debo trabajar. Todos lo hacen. eres mi ama de casa y yo soy el que debo traer el dinero. Eso es lo que quiero. Mírate ahora. Rebosas de felicidad de ser mi esposa.Juani asintió con la cabeza y le sonrió. Continuó:
  • Mira lo que me ha regalado mi madre. Dice que esté tranquilo que con esto no pasará nada. Mi madre me dijo que se llamaba sodalita.

La piedra de color gris azulado la llevaba colgada al cuello. Juani lo miró y acercó la mano para tocarlo. Jorge le cogió la mano evitando que tocara la piedra.

  • ¡No la toques! - Dijo suave - Me dijo que no la podía tocar nadie.

Se quedaron en silencio durante unos minutos mirando la tele hasta que Juani volvió a comentar.

  • Me gustaría coger un apartamento en el sur un fin de semana. Con lo que hay ahorrado podríamos hacerlo. ¡Me apetece! Por salir de aquí. A Eva le vendría bien coger algo de sol. A todos nos vendría bien cambiar de aires.
  • Deja que pase un tiempo. Sabes que no podemos, que debemos esperar. Me gustaría ir los dos solos y la niña. Sabes que a mamá no le gusta mucho el sol. - Comentó Jorge.

Se quedaron juntos durante un rato más en el sofá hasta que Juani acurrucada cogió el libro. Por más que se empeñaba no lograba avanzar y quitando el marcador de cartulina continuó leyendo dónde lo había dejado:

“…Llevas mi coche. Llevas un vestido corto, crema y seda. A tu lado, no puedo dejar de mirar tus piernas entreabiertas. Con un pie en el acelerador y el otro en el embrague. Tus rodillas descubiertas y los pliegues de la falda sobre tus muslos.
Da igual lo que hablemos porque en las fantasías¡Qué importa!
Coges la autovía conduces con mucha precaución. Primeriza y sin carné. Sólo hace falta que nos pare la Guardia Civil.
¿No has pensado que los peligros imaginados en una fantasía son seguros por eso arriesgamos más? Engancha como la nicotina.
Deseas sensaciones más fuertes y aceleras a la salida de la curva. Miro tu perfil, tu escote, la luz del oriente le da un color especial a tu cara. Es por la mañana y hemos pasado la noche juntos. Salimos del parking del hotel. El cinturón de seguridad entre tus pechos. Así, se separan y están más apetecibles todavía. Llegamos por la autopista a una desviación y no puedo esperar más. Te miro la cara y pongo la mano en tu muslo derecho a cinco dedos de la rodilla. Abres los ojos pero no eres capaz de apartar la vista de la carretera. Estás nerviosa, nunca has conducido antes y te metes en este berenjenal. Intentas mirarme de reojo pero no puedes. El tráfico te agobia. Todos van a trabajar, niños a los colegios, primeros humos de camiones de reparto, la guagua repleta de gente, más coches que entran y salen de los carriles.
¡Tiemblas! Subo un poco más la mano y entonces pícara sonríes. Mi mano se escurre bajo tu falda y acaricio. Noto el torneado de tu muslo. Permanecemos callados. Como si viéramos una película en el cine. Froto suave tu pierna. Noto el calor. En cada vaivén intento subir un poco más. La luz del sol nos invade desde los edificios y amanece en tu escote. Tu respiración se acelera. Igual que el coche. ¡Ochenta, cien, ciento diez, ciento veinte! Mi mano sube más y llegó a la ingle.  Mi dedo meñique se desliza para buscar qué encuentra. Quiero sentir tu ropa interior y no hay nada. ¡No llevas nada! Nunca lo pensé, preparada para el juego. Rozo tu vello y suspiras. ¡Desaceleras! La caravana se va formando en la autovía. El rodar se hace más lento. Necesitas aún más tu atención. Pero se te cierran los ojos de placer y te dejas llevar por el roce de mi dedo en tu... ¡Frena! ¡Atiende a la carretera! ¡Casi te comes al que sigues! La caravana parada. Te  sonrojas. Miras al pasajero que va en el coche, en el carril izquierdo y nos mira. ¿Habrán notado nuestro juego o ha sido por el frenazo?  Me miras con cara asustada y estás enfadada. ¡Mierda de caravana! Quieres que te bese y veo gotas de sudor en tu frente y en tu cuello. Poco a poco, acercamos las caras. Estamos tan cerca que hemos perdido nuestras caras de vista. ¡Una pita! Y nos separamos. Miras a la carretera, arrancas y sólo dices una palabra, tan bajito que casi ni te oigo. Dices:Sigue.
Me colé dentro y tus piernas se abren más. Mi antebrazo ha descubierto todos tus muslos y levantas el vientre. Veo la tapicería mojada. Mis yemas acarician tu sexo metiendo mis dedos en ti. Noto lo empapada que estás y me gustaría beberte. Sigo acariciándote y mis dedos índice y anular entran dentro intento llegar a lo más profundo que me permite esa posición. Consigo que gimas y emitas un pequeño jadeo. Lento abro mis dedos y los cierro. Están húmedos de ti. Me llevo mi mano a la boca y pruebo tu sabor. Te miro a los ojos mientras coges la desviación para entrar en los aparcamientos de un centro comercial. Aparcas y cambiamos la posición. Te levantas y caminas delante del coche. Te contemplo a través del parabrisas. Pasas el dedo por el capó en tu paseo lento hasta mi puerta. Abres y me invitas a bajar. Salgo y ocupas mi lugar. Vuelvo por tus pasos mirándote. Me acerco los dedos a mi nariz. Me hipnotiza tu aroma. Entro en el coche y me siento en tu charco. Arranco y llego al semáforo. ¡Rojo! Paro. Miro a tus ojos. Ves que quiero tu boca. Te sonrío y... Semáforo en verde

El sueño pudo más. Volvió a dejar el marcador al principio de la lectura en la misma página, cerró el libro y los ojos. Jorge se levantó.

  • Me voy a por Eva.

Juani era de sueño ligero. Hasta el ruido de una mosca era capaz de despertarla cosa que no ocurría antes de casarse. Pero esta vez el sueño era tan profundo que ni siquiera escuchó la marcha de su marido. Pasadas unas horas despertó, había oscurecido. Fue a la cocina. Recogió los trozos del desastre. Limpió la mesa. Fregó la loza que quedaba. Pasó el paño por la mancha negra de ceniza de los azulejos. Vació el cenicero en la basura y cambió la bolsa. Bajó a tirar la basura en el contenedor. Intentó dar un paseo pero sintió frío y volvió a entrar en casa. Mechó la carne con ajo y menta. Lo dejó en la nevera para cocinarlo al horno y las lentejas en agua. Todo para el día siguiente. Suspiraba cuando terminaba la tarea y se marchó al ordenador. Entró en elchaty Ana estaba en línea.

  • Hola.
  • Hola. ¿Qué tal estás?
  • Pues muy bien, mi marido consiguió trabajo.
  • ¡Fenómeno! ¿Ves? ¡Te lo había dicho!
  • Sí. ¿Cómo haces para adivinar las cosas?
  • Naces con un don. Un algo que no sabría explicarte.
  • Me gustaría aprender. Me gustaría tener ese don que dices.
  • Todo el mundo lo tiene, pero hay personas que se dan cuenta. Para empezar tienes que aprender a relajarte. Pensar que tienes un lienzo en blanco donde pintas. Sentir tu propia respiración. Dejarte llevar. Así poco a poco las imágenes te vienen sin más.
  • ¡Que guay! ¿Dónde aprendiste?
  • Yo misma. Me di cuenta desde muy niña. Como te dije, todos lo tenemos pero hay personas, que lo tienen más desarrollado que otras.
  • Me preocupa la actitud de mi marido con el trabajo ¿Qué tal le va a ir?
  • Esta noche miraré y mañana te digo algo. Lee mi blog. Siento que tengo un vínculo contigo como si fueras una hija o una amiga muy íntima desde que te he conocido. Nunca antes había visto la vida de alguien con tanta claridad.
  • Me pareces que eres una gran amiga.
  • Te tengo que dejar. Juani nos veremos pronto. Adiós.
  • ¿Pronto? ¿Cuándo?

Esperó pero no recibió respuesta. Sonó nuevamente la puerta. Había llegado Jorge con Eva. La niña corrió y abrazó a su madre. Le dio un beso en la mejilla.

  • Hola mamá.
  • Hola cariño. ¿Cómo lo has pasado con la abuela?
  • Muy bien, mira lo que me ha regalado... - Le enseñó un colgante con un ágata de color rojo intenso.
  • ¡Qué bonito!
  • ¿Me comprarás la falda enJohanas? ¡pamicumple! ¡Andaaaaa!- Dijo excitada dando unos pequeños brincos.
  • Te compraré dos. - Rió Juani.

La tarde continuó tranquila. La niña hizo los deberes del instituto. Jorge paseó por la playa y volvió para ver el partido. Juani planchó la ropa. Cenaron. Y como todos los días sobre las once de la noche, se acostaron. La noche transcurrió muy tranquila. A punto de amanecer, como siempre, Juani fue la primera en levantarse. Hizo el desayuno, puso las tazas en la mesa, café con leche para la pareja, Cola-Cao para la niña y tres bocadillos. El aroma del café se mezcló con el de las colillas. Preparó un bolso con medio pan con jamón y queso envuelto en papel de aluminio, un zumo de melocotón y uva en cartón para Eva. Lo dejó en el mueble de la entrada. Fue al cuarto de la niña y la despertó.

  • Eva... Arriba que llegarás tarde al cole.
  • ¡Voy!La niña dio un par de vueltas remoloneando pero no tardó ni tres minutos en levantarse. Nunca los padres se quejaron de desobediencia.
  • Vamos, cariño ¡A la ducha! - dijo dándole más prisa a la niña.
  • Pasados unos minutos. La niña estaba en la mesa uniformada con un chándal y tomando el desayuno. Con una servilleta delante para evitar manchas.

Eva cumpliría los doce en diciembre. Tenía el pelo negro que le llegaba a la cintura. La nariz aguileña heredada de su abuela paterna. Ojos negros como el padre. Rasgados, grandes y profundos como su madre. Piel blanca. Labios finos. Delgada en extremo. Sus brazos eran tan flacos que le sobresalían los codos. Las piernas, palillos y muy alta para su edad. Tenía cierta apariencia enfermiza pero atractivo para las hormonas con patas de sus compañeros de instituto.

Finalizaron el desayuno. Eva cogió la bolsa de media mañana y lo metió en la mochila junto a los libros. Abrió la puerta y marchó al instituto. Juani al cuarto y despertó a Jorge que aún dormía.

  • ¡Déjame, ahora me levanto! ¡Me duele la cabeza! ¡Baja la persiana!
  • Ven a comer. Se va a enfriar.
  • ¡No, ahora no! ¡Ya lo tomaré!

Lo dejó en la cama. Recogió la cocina y se marchó a trabajar. Bajó las escaleras del portal y fue a la parada de guagua. Estaban los tres de siempre. Dos chicos que iban a estudiar, reían contando sus hazañas y más que hablar, balbuceaban. El más alto llevaba una gorra blanca ladeada a la derecha con el logotipo de los Yanquis de Nueva York en azul. Camiseta y Chándal ancho.Nikesen los pies. El compañero vaqueros y camiseta amarilla. Playeras de lona rayadas con cientos de palabras con letras diminutas que parecían de lejos jeroglíficos egipcios. Los libros en sus mochilas.
Una señora mayor, gruesa, peinada de peluquería y con pelo canoso. Con un traje negro y un bolso carretilla de tela con cuadros escoceses.

  • Buenos días. - Dijo al llegar
  • Buenos díasSin hacer caso los chicos, le respondió la señora.

La guagua llegó con 10 minutos de retraso. Se pusieron en cola tras la puerta. Juani clicó su billete y se sentó. Launocomenzó el viaje, del Puerto al Teatro.

Todos llevaban rostros serios, la mala leche de los recién levantados y las pocas ganas de comenzar con la rutina. El deseo de una primitiva que les sacara de todo aquello se leía en sus frentes. Les despertaba la inercia en el instante en el que el chófer, pisaba algo más fuerte el freno. Al ver que no ocurría nada volvían de nuevo a la somnolencia y a sus pensamientos matutinos.

Desde el ventanal observaba como la ciudad volvía a la vida y comenzaban los primeros atascos. El repartidor del agua Firgas juntaba las cajas en la entrada de un portal para luego cargarlas a hombros escaleras arriba. La camisa marcada de sudor indicaba que no era el primer portal que hacía. Multitud de chicos que iban caminando al instituto. Algún tipo de chaqueta y corbata. Pitas y sonaba, ya a esa hora tan temprana, una sirena de ambulancia. Sí, todo ese ruido de fondo que agradecía aquel rockero en una de sus canciones.

Terminó el viaje en la Calle Francico Gourie, la trasera de Triana y se apeó.

Andando, tardó unos cinco minutos desde la parada hasta el edificio donde trabajaba limpiando. Tocó el portero automático y sin preguntar abrieron la puerta. Comenzó la faena. Se cambió de ropa y se puso un chándal rosa, viejo y de baratillo. Comprado un domingo cualquiera olvidado ya en la memoria en el rastro de Jinámar. Desde el dormitorio escuchó la voz de la señora María, la propietaria de la vivienda:

  • Juani. Me marcho, te dejo sola. Tienes el dinero en la mesa, en el despacho de mi marido.
  • ¡Vale! Que tenga buen día.

Sonaron tacones con prisas por el pasillo y lo siguiente un portazo. 

Sacó el cepillo del armario de servicio y comenzó a barrer. Aquel lujoso ático tenía seis habitaciones y estaba decorado a base de talones con muchos ceros. Jarrones de porcelana china blancos y azules, muebles de diseño, plata, parqué y moqueta. Tapizados en las paredes. Los propietarios se habían gastado un pastón en aquel sitio. Juani miraba con envidia aquel lujo y pensaba lo mal repartido que estaba este mundo. Luego fregó los suelos. Esperó a que se secaran y se puso a limpiar el polvo. Llegó al despacho del marido. Siempre dejaba el ordenador encendido y no pudo contenerse. Dejó el pulverizador y paño en la mesa y se sentó en el butacón de ruedas. Entró en ElFacebook. Había un mensaje para ella:

Hola Juani;
Anoche soñé contigo... Estoy segura que se te va a acelerar el corazón cuando leas lo que voy a contarte. ¡Es muy fuerte! Se ha despertado algo en que me ha hecho soñar y ver cosas. Creo que hemos establecido un vínculo entre y yo. Siento que te tengo que proteger como una madre a una hija o como lo hacen las hermanas. No si son mis deseos de verte bien o si lo que soñé es tu futuro próximo. En el sueño vi que conocías a alguien, va a ser muy especial para ti y con el que vas a establecer una relación que llevarás muy en secreto para no hacer daño a nadie.
Será esa clase de secreto que guardes y que todas nosotras hemos ocultado siempre a nuestros hombres. Verás que te va a dar mucha felicidad pero no tranquilidad.
Hay alguien en tu familia que te va a preguntar por esto e insistirá. Ten cuidado, porque lo único que quiere es que no seas feliz. Esa persona sólo mira por otras personas de tu familia.
En el sueño, estás en dos mundos paralelos: Tu familia y él. Lo conocerás en un sitio al aire libre, cerca del mar. Hay niños que juegan en el agua, con burbujas. Hay muchas personas alrededor. ¡He sentido algo! ¡Lo he visto tan claro, que me asusta, pero al mismo tiempo me alegro por ti! El sueño era tan real que no he podido ver nada sobre tu marido, ni su trabajo. Un beso y hasta que nos podamos ver.

Comenzó a escribir:

Gracias Ana. ¡Me dejas de piedra! Soy feliz con mi marido. No creo que eso que me cuentas pueda ser. Aunque, para ser sincera, ganas no me faltan. A veces me ocurre que siento que estoy obligada a estar con Jorge... Es una sensación que me pasa desde que lo conocí. Estoy muy a gusto con él y luego me enfado, quiero que muera, que desaparezca. Pero luego se me pasa y lo quiero como si se me fuera la vida en ello. De todas formas gracias por tus deseos de felicidad. Cuando puedas dime algo sobre mi marido y su trabajo. Me hace falta saber si esta vez va a hacer las cosas bien. Un beso enorme, estoy deseando conocerte en persona.


Cerró el navegador de Internet y continuó con sus tareas. Mientras fregaba los platos en la cocina pensaba en el sueño de Ana. No dejaba de darle vueltas. Imaginó al hombre de sus sueños rescatándola de un castillo con uniforme azul y se rió de la ñoñería. Luego pensó en su suegra. Estaba segura de que era ella la que quería hacerle mal. Cosa que le hizo cambiar el semblante y terminó la tarde intentando no pensar en Jorge, su suegra y esa misteriosa persona que iba a conocer.


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