domingo, 15 de septiembre de 2013

La casta. 6

6

Juani sudaba en la casa del médico. Había terminado de fregar el piso de la cocina y la misma nube del centro comercial se formaba en el salón.

Canturreaba mientras escurría la fregona en el balde. Apoyó el palo en el marco de la puerta y salió de la cocina. Quedó paralizada al ver de nuevo la niebla. Dentro de aquella masa informe de gas gris y blanco se divisó un volumen que fue tomando forma humana. En unos segundos se definió completamente. Esteban salió de la nube y Juani gritaba.

    • ¡Juani! ¡Soy yo, Esteban!

La mujer se dio la vuelta y comenzó a correr hacia la puerta del piso. Esteban señaló el suelo y las baldosas se elevaron formando escalones que terminaban a mitad de la puerta de salida haciendo imposible su apertura. Ella tropezó y quedó de rodillas agarrada al pomo llorando. Esteban caminó hacia ella. De forma delicada la tomó de la mano derecha apartándola de la puerta y la reincorporó. 

    • ¿Qué te ha hecho esa vieja? - Murmuró.

Le puso la mano en la frente tapándole los ojos y exhaló un humo azul que salió de su boca y se introdujo por las fosas nasales. Le quitó la mano y dejó de estar tensa, se enjugó las lágrimas sonrió:

- Esteban, mi amor. Te eché de menos.
    • Ya estoy contigo.
Volvió a notar la sensación de tranquilidad y sosiego que le provocaba el estar en los brazos de Esteban. Aquel olor dulzón flotaba en el ambiente.

    • ¿Qué me ha pasado?
    • Estabas hechizada otra vez.
    • ¿Por qué no me llevas contigo?
    • Todavía no puedo. El poder de esa bruja es muy fuerte. Tienes que hacer algo por mí. Tu marido lleva un colgante al cuello. Necesito que se lo quites y además eches esto en el piso de tu casa.

Le dió un paquete envuelto en papel.
    • ¿Por qué? ¿Cómo lo hago? Siempre lo lleva encima. Si me acerco a él, no se como lo hace, pero si duerme se despierta y lo protege como si le fuera la vida.
    • Toma.

Le dio una bolsa pequeña de terciopelo verde que descolgó de su cuello.

  • Esta noche, echa el contenido de la bolsa en su comida. Dormirá tan profundamente que no notará nada. Quitándole ese collar no tendrá ningún dominio sobre ti.
  • Lo de la bolsa ¿Le hará daño?

Preguntó.

  • No te preocupes, es inofensivo. Son hiervas para dormir.
  • ¿Cómo lo haces? Apareces y desapareces. ¿De dónde vienes? Es como en un sueño. Dime algo, por favor. Me siento segura contigo pero... Todo es tan mágico, no lo puedo explicar me estoy volviendo loc...

No la dejó terminar. Con voz seria comenzó a explicarle.

  • Es hora que sepas en lo que estás envuelta. Todo comenzó en el siglo XV. Tocaba a su fin la conquista de Gran Canaria. Fueron tiempos muy oscuros y se cometían numerosas atrocidades. Pedro de Vera intentó diezmar la población de la isla para terminar más rápido. Asesinaban a todos los que se encontraban por medio. Mujeres, niños, ancianos. Los mutilaban sembrando el terror. Pero hubo un grupo de Castellanos que se revelaron contra las órdenes del Comandante y se refugiaron en Telde. Allí aprendieron ciertas ciencias de manos de las brujas del lugar. Los Castellanos rebeldes, a cambio de esa sabiduría, prometieron luchar al lado del Faycán. Con la ayuda de sus arcabuces y desde los riscos; les dio a los aborígenes una gran ventaja defendiendo la isla. Durante el tiempo que estuvieron conviviendo, se mezclaron con la población. Adoptaron su cultura, algunas de sus costumbres y tuvieron algunos hijos. De aquel extraño y rápido mestizaje nació una niña que tenía facilidades para convocar a espíritus y demonios. Ella sola aprendió a organizar las artes de la magia. Comprendió que para hacer el bien o para hacer el mal tenía que convocar a cierto tipo de dioses. Descubrió que sólo bastaban cuatro elementos y su sangre para hacer cualquier tipo de conjuro. Hacer el mal o el bien era solo cuestión de elección del dios al que sacrificar su sangre y los elementos. El secreto era ese: Su sangre. De Vera, que vio como perdía terreno gracias a los arcabuces del lado aborigen, hizo un pacto con el dios del mal. El alma de Pedro De Vera sería de Guayota si éste le otorgaba la rendición total de la isla. El pacto se cumplió. De Vera finalizó la conquista. Atravesó el corazón de Doramas con su lanza por la espalda y decapitó a todos los que se habían rebelado. Insertó las cabezas en lanzas y las puso mirando al Atlántico, dejando que se pudrieran, en lo alto de Arucas como ofrenda a su nuevo señor. Cuando llegó el último episodio de la conquista de Gran Canaria, en la Fortaleza de Ansite, el Faycán de Telde y Bentejuí no se suicidaron por una cuestión de honor sino para llevarse a la tumba el lugar donde se escondía la niña. Por mucho que buscó el Comandante no logró encontrarla. Unos piensan que la niña marchó a Castilla, otros que se quedó. Nunca más se supo. Aunque los escritos digan que Pedro de Vera fue ejecutado por orden de los Reyes Católicos por sus desmanes, en su lugar ejecutaron a otra persona. Guayota salvó a De Vera.

Juani atendía hipnotizada la historia que contaba Esteban. Cada vez que pasaba más tiempo con él crecía su odio y asco hacia Jorge y Sofía.

  • Han pasado generaciones. Pero han seguido naciendo descendientes de la niña. Las primogénitas heredaban el poder de la sangre pero los niños no. Esos niños debían casarse con una mujer con ciertas señales y engendrar una niña. Guayota necesita la sangre de esas niñas para reencarnarse y venir a la tierra. Por eso ordenó a Pedro a vagar por la tierra en busca de una de esas niñas. La debe matar en un ritual para ofrecérsela al dios del mal. Juani, yo soy el que lleva la semilla para que nazca una nueva niña de ti y eres la elegida para ser su madre.

Asentía con la cabeza y en su vientre, deseos de concebir esa hija.
  • Esa nueva bruja, cuando tenga la edad, aprenderá nuestra ciencia y derrotará a Guayota. Hasta ahora has estado presa de sus esbirros. Mi tiempo se acaba. Debo preparar el ritual para tener a nuestra hija.

Esteban besó a Juani y se despidió. Tierno soltó su mano y se retiró caminando hacia atrás hasta que se diluyó en la nube. La altura de los escalones fue menguando y las baldosas del piso volvieron a su lugar. Quedó postrada en el suelo. Se levantó nerviosa. Tomó la bolsa y se la colgó al cuello. Como si de un tentetieso se tratara caminó como un péndulo afectada por el mareo. Cogió sus cosas y sin cambiarse dejó la casa como estaba.

Cruzó Triana, El Hoyo, Caminó por La Avenida. Se metió descalza en Las Alcaravaneras. Olvidó las zapatillas en el muro. Llegó hasta la orilla, cabizbaja, remojándose los pies siguió su ruta. La tela floreada de la bata con la que trabajaba se mecía al ser acariciada por alguna ola que llegaba más alta que el resto. El bolso colgado al hombro se le cayó. La correa se enredó en la mano y lo arrastró por el agua. El bolso fue una extensión muerta de su brazo hasta que abrió la mano y lo dejó atrás. Sus pies estaban cubiertos por la arena. Los ojos estaban perdidos. Continuó su caminata y llegó a casa. Sus pies estaban negros de la suciedad de las aceras y con ampollas. Subió las escaleras de su portal. Lenta, muy lenta; porque le pesaba el cuerpo. Perdió por un momento el equilibrio y se apoyó en la pared. Arrastró el hombro con el estucado del portal. Continuó hasta llegar a su puerta. Abrió con la llave que sacó del bolsillo de su bata y entró. Se echó en el sofá. Durmió profundamente. Pasada media hora despertó de un salto y corrió al ordenador. Lo encendió y entró en el Facebook. Su cara cambió. Sonrió al ver que tenía un mensaje de su querida amiga Ana.



Hola Juani;
He vuelto a soñar contigo. Te estuve esperando para contártelo por el chat pero no aparecías así que decidí dejarte este mensaje. En el sueño te encontrabas con ese nuevo amor que has conocido y te pedía que hicieras algo por él. Debes hacerlo porque lo siguiente que vi en el sueño era que se rompían cadenas y eso siempre es recuperar la libertad. Él te va a liberar de algo, no veo claro lo que es. También vi la imagen de una señora mayor, arrugada que te persigue y tu debes huir con alguien que podría ser ¿Una hija que tienes? No lo se, no lo vi claro. Me desperté, no sin antes tener las últimas visiones. Estabas con esa persona y una niña pequeña en una playa y eras muy feliz. Bueno ese es mi sueño. Vuelvo a decirte que jamás había tenido tantas imágenes de alguien como contigo.

Juani le contestó:

Hola Ana;
No se que está pasando. De repente todo es una locura. Tus sueños aciertan todo. Me encontré con él. Me explicó ciertas cosas y que estoy metida en algo mágico. Seré la madre de una niña que tendrá poderes o algo así. Ayúdame Ana. Estoy volviéndome loca. Llámame desde que veas mi mensaje. Ese amor que me indicas en el sueño se llama Esteban. El será el padre de esa niña y yo la madre. Esto es un lío y no escribo bien por aquí. Llámame a mi teléfono desde que leas esto. 321123453. Un abrazo.

Después de leer el mensaje de Ana no tenía dudas en que quitarle el colgante a su marido era el comienzo para solucionar su problema.

No llegaba Jorge. Tardaba demasiado y eso le causaba desesperación. Abrió su eterna lectura y comenzó a leer:

Llevabas mi coche

  • ¡Qué raro! Esto ya lo he leído, ni cuántas veces.

Pasó rápidamente las páginas y llegó al final del capítulo y siguió leyendo:
Tengo mis manos en tus mejillas. Mis pulgares acarician tus pómulos. Los índices cerca de tus lóbulos. Tus labios entreabiertos. Mi cara se va juntando a la tuya.
  • ¡Esto es nuevo!.
Mientras me acerco humedezco mis labios tus ojos se cierran. Echas la cabeza hacia atrás y sientes que mi mano se desliza hacia tu nuca sosteniéndote. El primer roce. Siento tu calor. Abro mis labios y los pego a los tuyos. Noto como abres la boca e intentas entrar en mi. Abandono la presión sin despegarme. Noto que el aire sale de tus fosas nasales. Suspiro por las mías. Inspiramos a la vez y compartimos el aire...

Terminó de leer y puso el marcador al final del nuevo capítulo. Continuaba nerviosa. Esparció todo el polvo del paquete por todos los rincones de la casa, estuvo sentada en el sofá mirando la tele.

Iba al ordenador, leía alguna noticia. Volvía al salón y hasta pensó en fumarse un Camel del paquete que se encontraba en la cocina. Ya había puesto un plato de lentejas en la mesa. Los polvos de la bolsa ya estaban en el potaje. De vez en cuando volvía a la cocina y le daba unas vueltas con la cuchara. Imaginando que así se diluían aún más y se notaría menos el sabor. Por fin sonó la puerta y entró él.

  • ¡Hola! ¡Lentejas! ¡Tengo hambre!

Apagó el cigarrillo en el cenicero de la cocina, sacó el taburete y comenzó a devorar cuchara a cuchara. Mientras comía le habló:

  • Mañana no se si seguiremos pintando en La Feria. Un compañero, lo atropelló la guagua y lo mató. Fue un accidente terrible.
  • ¿De verdad, cómo fue? ¡Qué horror!
  • Cruzó para ir al bar de enfrente y al cruzar. Se lo llevó por delante. Estuvieron allí médicos pero no pudieron hacer nada.

Continuaron hablando de cosas banales hasta que finalizó la cena. Jorge notó que tenía más sueño que de costumbre pero le pensó que la culpa era por el trabajo y Esteban. Se fue a la cama. Juani volvió a su nuevo capítulo y esperando el sueño profundo de su marido:
Tengo mis manos en tus mejillas. Mis pulgares acarician tus pómulos. Los índices cerca de tus lóbulos

Las yerbas hicieron el efecto esperado y quedó como un saco en la cama. Marcó el final de la lectura y regresó junto a él. Comprobó lo profundo que dormía levantando una mano y dejándola caer. Lo repitió, le movió el cuello. Volvió con la cabeza y agarró el colgante. Lo intentó sacar pero el cordel era demasiado estrecho para sacarlo por arriba. Un ronquido la asustó. Lo dejó solo en la cama y volvió con unas tijeras. Estuvo mirando un rato hasta que se decidió. Se acercó a su cuello y cortó el cordel. Lo llevó agarrado por la fina cuerda y el colgante, péndulo en su mano, iba hacia su destino, la basura. Abrió el cubo y lo echó. Luego removió con la mano los restos para taparlo. Le invadió la sensación de haber traicionado a su hija y que había cometido un asesinato. Se acostó junto a él y se quedaron cara a cara. Juani lo miraba. Sentía que lo tenía que despertar y confesar lo que había hecho pero cerró los ojos y durmió.



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